OTRA VEZ A LA CALLE...
Casi siempre que recito "El Picaflor", los hipócritas de turno, los cultores de la moralina, reaccionan airadamente repudiando esta hermosa pieza poética del Gran Hector Gagliardi, el poeta del Tango por antonomasia. Son los mismos zalameros y mediocres que escriben en Facebook (feisbur para los más entendidos) bobadas y fruslerías adulatorias, pues tienen la imaginación de un papagayo. Así es frecuente leer estupideces cómo: ¡DIVINA!, ¡GUAPA!, ¡BELLÍSIMA! y otras exclamaciones falsas y hasta obscenas gramaticalmente.
Esta fue otra de las noches tristes de mis paso fugaz por los escenarios. No lo haré nunca más... Seguro más de uno me dará las gracias, como es el caso de Jorge Javier Vazquez anunciando que se va, por fin, de la TV.
Aquí leeran, extraída de La Gazeta del Arrabal, la crónica del Dr Zitouni de lo sucedido aquella extraña noche en el local llamado "La Ventana", otro sitio más de los que me echan a la calle por hablar sin tapujos...
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“Noche
inolvidable!”, “Fuerza y fiereza”, “Hay que prohibir el tango” o “¡Viva
el papo!” fueron unos de los títulos de la prensa después de la
fantástica actuación que nos ofrecieron los maestros Fernando Rios
Palacio y Gustavo Battaglia en un coso del distrito de Ciudad Vella, y
en la que el Negro Rodríguez, con una intervención inesperada, dio el
toque mágico en un final apoteósico. Todos salieron ovacionados y a
hombros por la puerta grande.
El recital arrancaba con un coso
llenado en sus tres cuartas partes. Rápidamente Battaglia y Rios Palacio
entraron en simbiosis y dieron una clase magistral de toreo tanguero.
El público conocedor, respondía y aplaudía con fervor.
Don Rios
Palacio entregó verdad tanguera para esos aficionados aquellos que les
gusta saborear exquisiteces. El maestro logró encontrar la distancia y
dominó el diminuto ruedo, con su presencia. Su postura firme daba más
emoción al encuentro y dio una relación más íntima y cercana entre el
maestro y la gente.
La culminación llegó con el arranque de la
“Contramarca”. Ambos diestros desplegaron una energía, una bravura y un
señorío muy echados en faltas en estos tiempos de crisis y cobardía. El
público colaboró. Pañolada.
Pero el espectáculo continuó hasta
límites inalcanzables para la nueva escuela de cantores y entertainers.
En un empuje a lo bravo, el maestro, se lanzó al desconocido, como
sabiendo que el duende tan esperado por los flamencos, ya estaba en el
aire. Y así se alargó esta noche mágica. Entonó las primeras palabras de
un verso inédito mientras Battaglia le acompañaba con unas notas
satinadas; como afilando la hoja que diera esas impecables y nítidas 34
puñaladas amablemente dadas. La carga emocional estaba en su máxima. Se
veía una estela de brillantes pupilas en la oscuridad de la sala.
Lágrimas llenas de respeto ante semejante lección. Nueva pañolada.
Una
pareja de aficionados nórdicos instalados en primera fila, quedó
petrificada de emoción. Quedaron mudos ante tal demostración de poderío y
hombría. Ni les salían aquellos sonidos guturales tan característicos
en esa gente. Retornarán a su tierra y podrán contar que vieron al macho
verdadero.
Porque el coso ya se había transformado en un templo
donde los fieles en trance eran guiados por el bastón varonil del
sanjuanino. Éste, sabedor de que la noche aun tenía más, separó sus
manos y abrió el espacio como Moisés el mar. Y apareció el Doctor
Rodríguez. En efecto, unos espectadores se habían percatado de la
presencia del famoso doctor en la asistencia y pidieron a gritos que
éste recite “El picaflor”. Battaglia seguía dando el ritmo hechicero a
la velada, mientras el oscuro rostro del doctor cuajaba bajo los focos.
Aplausos y silencio.
Con su pinta de gentleman del potrero,
empezó con una sobria introducción y entró a dar con la faena. Se
arremangó y se metió de lleno en una exhibición de leyenda. Lo que
sorprendió fue lo centrado que se veía al nativo de Río Cuarto, sabido
es que tiene tendencia a distraerse, defecto común entre los genios.
Pero la noche se prestaba a los adornos. Se salió de los marcajes y dio
una demostración de elegancia y pureza. Deletreó la palabra A.R.T.E como
pocos se atreven hoy en día. Y triunfó. El entusiasmo del público
desbordó. El Negro culminó la faena con una estocada a lo ciego: “sólo
quedaron dos huevos de centinela en la puerta” !!
Notas: La
dueña del local, cuyo nombre no desvelaremos, mostró su enfado por la
imprevista y, según ella, “grosera” actuación del doctor Rodríguez.
Las 34 puñaladas hacen referencia al tango de Edmundo Rivero.
La crónica del Dr Zitouni en Barcelona
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Es un amiguito mio de París, con Sindrome de Down, que siempre en mis horas bajas trata de ayudarme moralmente |
Sebastian Martinez Giustozzi me dedica esta palabras al leer esta publicación del blog:
ResponderEliminar- Ahora acabo de leer "esos versos de Gagliardi" El picaflor" elevados al olimpo" en tus pensamientos en vos alta" ,tamaña injusticia sumado a la ignorancia proverbial de esa mujer de "la ventana indiscreta" no hacen más que potenciar su pobreza intelectual " , una vez más se compueba que "la arrogancia de la ignorancia" es el común denominador" de mucha gente vacía e insulsa".