EL MEJOR CONFESOR,
EL PELUQUERO DE BARRIO

Peluquero de "machos machistas" clásicos que no lastimaban
nunca sus hormonas con el pelo largo. A los peluqueros de categoría como él
ahora les llaman “estilistas”. Sesenta años atrás, un estilista era el boxeador
Cirilo Gil, venga el caso, los esgrimistas Félix y Fulvio Galimi, o el flaco
Camaño, un genial insider izquierdo de Laboulaye, cantor de tangos y artista
plástico. No sé por que raro sortilegio casi todos los peluqueros de barrio se
apellidaban Gómez.
¡¡Pero Gorriti, era mucho Gorriti!! Él era obra de la tijera. Como ésta fue antes que Gorriti,
éste, por ende, fue un designio del arma de trabajo: lo que ella quiso, la
dueña de sus historias. Cuando cortó su cordón umbilical se posó en su manecita
de bebé para decidirle a cortar cabellos, patillas y honras ajenas, al punto de
cortarle la realidad, que sólo se reflejó en el espejo de su peluquería. Lo
suyo era una cualidad ingénita. Su genoma se construyó por habladurías que
tomaron categoría de brillantes monólogos de orientación humanista y filosófica,
desde remotísimos tiempos, herencia de Sócrates y Jesucristo, que jamás
escribieron una línea para trazar sus fundamentales lineamientos doctrinarios.
Gorriti explicaba
que se puede ser luterano, pero no confundir el útero con el ano. Maestro de
anécdotas y gratuito repartidor de cuernos, prestidigitador que sacaba ropa
interior de la galera, mejor que el novio de la Claudia Schiffer. Había en su
lengua mágica de fabulador cualquier ficción hecha realidad, o al revés. Las
casadas adúlteras estaban en su boca como su propia saliva, el pecado original
de Eva y el arrepentimiento lacrimoso de María Magdalena.. Hacía del rumor un
cauce para la filosofía, y como corresponde a todo buen peluquero, no tenía
pelos en la lengua. No puedo asombrarme mucho de él: soy kilombero por
naturaleza, me gusta armar reñideros, hacer pelear, diseccionar el carácter de
la gente... Eso de ser reservado no va conmigo. Es pose, o propio de los que no
saben darle vuelta a las cosas, preguntan poco, no te baten nada. A mi me agrada
buscar confidentes como Gorriti. ¡Si los tiene hasta la CIA o un triste
comisario de pueblo! Creo que es básico para cosechar amigos.
- "Vos
sabés, Negrito" - inició un día así su perorata - "que yo afeito,
peino, cambio la facha de los tipos, vaya, que entiendo, ¿no? Ningún animal
cambia de semblante o se pone máscaras como el hombre. Cambiamos, nos
modificamos, y no sólo nos apartamos de la naturaleza sino que la destruimos.
Fíjate que la virtud de la flor, el buey o la pantera está en su naturaleza” -
dijo apretando un peine de esa marca. “Por eso tenemos que respetar nuestros
instintos, ya que la naturaleza es sabia, ¿o no?. Los ojos, para ver; la cera
en la oreja"-. Y tocándose el omóplato, continuó Gorriti: - "Éste, para
laburar; y las piernas, - dijo tocándose las mismas - éstas, para caminar; y la cabeza, para pensar". Y
poniéndose grave rubricó: -"Y el culo para cagar, no para ser receptáculo de semen. La verdad
está en la naturaleza y no en los que quieren torcerla con opiniones, que si
cada uno debe hacer lo que quiere con su cuerpo... Sí, se puede... Y también
chuparse un cajón de ginebra y ponerte una pistola en la sien. Pero nadie tiene
que ayudar a apretar el gatillo. El "ojete" no puede ser objeto de
introducción de cuerpos extraños, con excepción de las enemas, supositorios o tactos
prostáticos, como que el esfínter anal no está preparado como la vagina para
que le introduzcan un pene, convertido en carnosa bestia desgarradora de
tejidos, plexos nerviosos, arterias y venas, sino que su función es expulsar
los residuos del metabolismo”.
Yo escuchaba
vivamente interesado, aunque no compartía su opinión. Así que seguí escuchand para no quedar desenganchado de su monólogo, y le repliqué:
- “Claro, te
entiendo. Con el agravante que les puede dar una melena que no veas, Gorriti”. -
- “¿Una qué?” -
- “Nada. Algo
negro, muy negro, Gorriti, al cagar de
verdad”.- le expliqué.
Y sin dejar de
mirarme a través del espejo, continuó:
- “No se debe cagar para adentro, por más placer que se sienta, pues es
antinatural. Usar un agujero vedado que conduce al laberinto de los
desperdicios intestinales que buscan escurrirse a través de la peristalsis
(acentuando la L, como ufanándose de la
referencia fisiológica que él conocía, pues en su época de presentador
tuvo una gastroenteritis y, como buen hipocondríaco, se leyó todo lo que
encontraba a mano sobre el tema, sin dejar la tijera y el peine). Así se explica que se expulsen mocos por la
nariz y orina por el pito.
Después, ¡mirá las secuelas! Incontinencia de esfínteres, pedos al pedo,
almorranas... Por la cloaca no se hacen hijos, Negrito. Todo lo idílico se
rompe y lo platónico se derrumba en el acto de la posesión carnal, cuando una
enhiesta, bella e ingurgitada poronga toca
fondo, embadurnándose en su desesperada y rabiosa incursión con el marrón
pringoso de las heces (que incorporó a la jerga tanguera la frase viscosa y
humeante de “hacer un marrón”). Tené en cuenta que esa es la zona más ricamente
inervada, y calculá: más sensible que el alma. Por eso, cuando te ganan por ese
lado, te llegan al alma. Aunque eso sí,
algún encanto debe tener: los que incursionaron por esa senda no
volvieron, a lo sumo, dando una vueltita".
Tan sangrante exposición me
provocaba una comezón ortálgica en el hueso dulce. Su narrativa brotaba como una mano sentenciosa sin dejar
de pulsar la tijera y el peine. En cada chisme o gracia había un secreto
profundo.
Gorriti era un showman, y su barbería un centro de información y
difamación. Para mí, fue un artista como pocos, periodista con la noticia al
instante del último adulterio y analista social del porqué de la precocidad
(eyaculatoria) de la actual generación. De vez en cuando interrumpía su
accionar para mirar afuera, por si pasaba alguna conocida y así recargar las
pilas de la lengua; pero con la expresión severa de quien está preocupado por
las condiciones que impone el Fondo Monetario Internacional al gobierno
argentino o al Mercosur, arrugando la frente, concentrado el ceño, sin cesar de
campanear a través del gran ventanal de la peluquería. Si Gorriti hubiera
vivido en la Grecia antigua, en vez de peluquero habría sido un señor pensador,
puesto que aquellos griegos eran selectos pensadores de mente caliente y culo frío, de tanto estar sentados en el mármol. Y nadie
como ellos para utilizar el tiempo-ocio en función de la filosofía y la cultura
en sus noches áticas. Ya que hablé de culo frío, se afirma que hay tres cosas frías: las manos del
peluquero, el hocico del perro y el culo de la
mujer.
Después de tan instructiva sesión pelífera, nos despedimos y me apretó fuerte, muy fuerte, la mano y,
sin despegarla casi, me la repasó como acariciando un guante de seda. Advertí
un visaje de adiós no deseado. Me miró de tal modo como si quisiera decirme:
“Perdoname, Negrito. ¡Qué débiles somos algunos! Si hasta hay ocasiones en la
vida en las que para ganarte un puesto tienes que entrar por la puerta de
atrás".
No hay comentarios:
Publicar un comentario