"HACER EL AMOR"
"Hacer el amor" es un eufemismo, pues parece que hay que edulcorar lo primario e instintivo de tal acto sexual.
Ya bastante se ha vulgarizado la relación de pareja en
el cine y la tele; te saturan de sexo, con escenas en la cocina, de parado, en
el rellano de la escalera, en el ascensor, arañando la hierba, en una
permanente agresión de tetas y culos y paquetes masculinos. Pero lo más ridículo es
que hasta para designar la relación sexual, el apareamiento, el acto carnal
entre parejas le llaman "hacer el amor". La palabra fornicar
recordemos que viene del latín fornike, que significaba la curva
inferior de un arco, ya que bajo las bóvedas de los puentes y callejones era
donde se podían alquilar los servicios de las prostitutas romanas (el Zurdo
Rivadero creía que fornicar era una tarjeta de crédito).
Yo no quiero ponerme en
inquisidor del erotismo popular y callejero o en mirón de pasiones ajenas,
pero es incorrecto eso de que cada uno debe hacer con su cuerpo lo que quiera
(según dónde y en qué momento), si no ¡cagemos en las plazas
públicas! Ese "hacer el amor", como dice generalmente la mayoría es
sobarse los vientres, restregarse sin ternura, poner la proa del instinto al
sur del ombligo. Es sólo ardor genital, tirar la semilla sin que importe el
fruto. Es mentir exhalando un "te quiero" en medio de la convulsión y
las morisquetas de la descarga. Es sólo un balance de sábana húmeda... Y todo
en una suerte de canibalismo erótico propio de fondistas del sexo, pues hoy las
posibilidades son más directas. Polvos chapuzeros en los que hasta te guían el
palo enhiesto (no Iniesta, como dijo el Negrito Rubén) hacia el trajinado canal fronterizo con
la aduana del endometrio. Hay un facilísimo para la relación sexual que la ha
tornado obsesiva, patológica y mecánica: toqueteo-chupetazo-coito. Lo que te
comes goloso resulta poco; termina en ducha y decepción. La prisa por el placer
hace que no sea fino el preludio de la líbido y todo coito debe tener su
introito.
Con todo, hay maneras y maneras de interpretar lo que
significa “hacer el amor”. Cómo decirles...
- Jesucristo hizo el amor cuando
multiplicó el pan y los peces para repartirlos a la gente. Una digresión muy
acertada la del periodista Víctor Brizuela: “Dicen que el divino Maestro Jesús
multiplicó los panes y los peces, y esta señora que está acá -señalando la foto de su madre- mi vieja,
multiplicó los panes, los peces, las alpargatas, los guardapolvos, la comida,
todo… Simplemente me acordaba de ese efecto multiplicador que ella tenía”.
- Hizo el amor el famoso oftalmólogo
catalán Dr. Barraquer cuando donó sus ojos a un minero asturiano.
-
Gabriel Celaya (poeta) hizo el amor con sus obreros, regalándoles su fábrica
para morir en la miseria.
- Hizo el amor A. Zweitzer con los
aborígenes del África; hasta vivió en una choza como ellos para que se
acercaran y así poder curarlos.
Hace unos años, mi hija tendría nueve o diez años,
andando por calles de Barcelona, con la carita ruborizada me dijo: "¡Papá,
mira esos pichos!". "¿Qué pasa?", le pregunté. "Están
haciendo el amor, papá". "No hija, no, no están haciendo el amor, se
están apareando, así, naturalmente, como lo sienten, sin que se señalen
con el dedo, porque no tienen prejuicio ni doble moral. Esto tiene su
precedente en los indios Siriono del Amazonas. Se mueren de vergüenza, hijita, si los
ven comer, pero copulan en público, como quien se come un bocata".
Amor tenía
por los alumnos nuestro profesor de inglés, Blazwind (de origen alemán), el
hombre más comprensivo que conocí en mis años de bachillerato. Sobrepujaba su
dolor muy por encima de nuestras sarcásticas risotadas y chanzas herejes de
soldadesca portuaria borracha de mala educación, ante quien ni siquiera
respetamos con un silencio el día que nos anunció la muerte de su madre,
leyéndonos una cartita que temblaba entre sus dedos, su dedicación como profesor
no debe haber sido muy dichosa, junto a semejante hato de imbéciles. (Teníamos trece años, pero no es excusa para mofarse ni humillar a nadie, y ,menos a él, que derramaba amor hacía nosotros).
Y en último
instancia, no hacemos el amor, porque el amor no se "hace", se lleva
adentro; hay que buscarlo dentro, es todo un misterio, un jardín oculto con
claves secretas de sensaciones, ternuras, afinidades y voluptuosidad, y lujuria
también, que yo no creo en eso de la conjunción del diablo con la carne. Pues
mejor es gastarse que enmohecerse. Dicen las andaluzas que "Antes que se
lo coman los gusanos, que lo disfruten los cristianos". Pero, eso sí, sin
quitarle esa pizca de delicadeza para dignificarlo. Inclusive el hecho del acto
carnal por sí mismo puede tener una fuerte impronta de amor-amor, en una
irresistible atracción. Y tanto puede ser cristalino o representar una cama
con serpientes (se lo puede utilizar para obtener dinero, ventajas, matrimonios
por conveniencia... o contagiar enfermedades). Hasta el mismo tango; dicen que al bailarlo
tiene el amor en los labios y el sexo en las piernas.
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