miércoles, 30 de marzo de 2016

"HACER EL AMOR"

"HACER EL AMOR"

"Hacer el amor" es un eufemismo, pues parece que hay que edulcorar lo primario e instintivo de tal acto sexual. 

Ya bastante se ha vulgarizado la relación de pareja en el cine y la tele; te saturan de sexo, con escenas en la cocina, de parado, en el rellano de la escalera, en el ascensor, arañando la hierba, en una permanente agresión de tetas y culos y paquetes masculinos. Pero lo más ridículo es que hasta para designar la relación sexual, el apareamiento, el acto carnal entre parejas le llaman "hacer el amor". La palabra fornicar recordemos que viene del latín fornike, que significaba la curva inferior de un arco, ya que bajo las bóvedas de los puentes y callejones era donde se podían alquilar los servicios de las prostitutas romanas (el Zurdo Rivadero creía que fornicar era una tarjeta de crédito). 

Yo no quiero ponerme en inquisidor del erotismo popular y callejero o en mirón de pasiones ajenas, pero es incorrecto eso de que cada uno debe hacer con su cuerpo lo que quiera (según dónde y en qué momento), si no ¡cagemos en las plazas públicas! Ese "hacer el amor", como dice generalmente la mayoría es sobarse los vientres, restregarse sin ternura, poner la proa del instinto al sur del ombligo. Es sólo ardor genital, tirar la semilla sin que importe el fruto. Es mentir exhalando un "te quiero" en medio de la convulsión y las morisquetas de la descarga. Es sólo un balance de sábana húmeda... Y todo en una suerte de canibalismo erótico propio de fondistas del sexo, pues hoy las posibilidades son más directas. Polvos chapuzeros en los que hasta te guían el palo enhiesto (no Iniesta, como dijo el Negrito Rubén) hacia el trajinado canal fronterizo con la aduana del endometrio. Hay un facilísimo para la relación sexual que la ha tornado obsesiva, patológica y mecánica: toqueteo-chupetazo-coito. Lo que te comes goloso resulta poco; termina en ducha y decepción. La prisa por el placer hace que no sea fino el preludio de la líbido y todo coito debe tener su introito.

Con todo, hay maneras y maneras de interpretar lo que significa “hacer el amor”. Cómo decirles...

            - Jesucristo hizo el amor cuando multiplicó el pan y los peces para repartirlos a la gente. Una digresión muy acertada la del periodista Víctor Brizuela: “Dicen que el divino Maestro Jesús multiplicó los panes y los peces, y esta señora que está acá -señalando la foto de su madre- mi vieja, multiplicó los panes, los peces, las alpargatas, los guardapolvos, la comida, todo… Simplemente me acordaba de ese efecto multiplicador que ella tenía”.

            - Hizo el amor el famoso oftalmólogo catalán Dr. Barraquer cuando donó sus ojos a un minero asturiano.
           
- Gabriel Celaya (poeta) hizo el amor con sus obreros, regalándoles su fábrica para morir en la miseria.

            - Hizo el amor A. Zweitzer con los aborígenes del África; hasta vivió en una choza como ellos para que se acercaran y así poder curarlos.

            - Hizo el amor Jesús con María Magdalena cuando ella le dijo: "Ven a mi casa y compartamos el pan y el vino; Te ruego que vengas a mi casa". Entonces Jesús la miró y toda la plenitud de su mirada la envolvió y dijo: "Tú has tenido muchos amantes y, sin embargo, yo sólo te amo. Los otros hombres se aman a sí mismos cuando buscan tu compañía. Yo te amo por ti misma, amo lo invisible que mora en ti". Luego Jesús se marchó. Desde aquel día, María Magdalena dejó de sentirse una cosa;  se volvió mujer.

Hace unos años, mi hija tendría nueve o diez años, andando por calles de Barcelona, con la carita ruborizada me dijo: "¡Papá, mira esos pichos!". "¿Qué pasa?", le pregunté. "Están haciendo el amor, papá". "No hija, no, no están haciendo el amor, se están apareando, así, naturalmente, como lo sienten, sin que se señalen con el dedo, porque no tienen prejuicio ni doble moral. Esto tiene su precedente en los indios Siriono del Amazonas. Se mueren de vergüenza, hijita, si los ven comer, pero copulan en público, como quien se come un bocata"

Amor tenía por los alumnos nuestro profesor de inglés, Blazwind (de origen alemán), el hombre más comprensivo que conocí en mis años de bachillerato. Sobrepujaba su dolor muy por encima de nuestras sarcásticas risotadas y chanzas herejes de soldadesca portuaria borracha de mala educación, ante quien ni siquiera respetamos con un silencio el día que nos anunció la muerte de su madre, leyéndonos una cartita que temblaba entre sus dedos, su dedicación como profesor no debe haber sido muy dichosa, junto a semejante hato de imbéciles. (Teníamos trece años, pero no es excusa para mofarse ni humillar a nadie, y ,menos a él, que derramaba amor hacía nosotros).

Y en último instancia, no hacemos el amor, porque el amor no se "hace", se lleva adentro; hay que buscarlo dentro, es todo un misterio, un jardín oculto con claves secretas de sensaciones, ternuras, afinidades y voluptuosidad, y lujuria también, que yo no creo en eso de la conjunción del diablo con la carne. Pues mejor es gastarse que enmohecerse. Dicen las andaluzas que "Antes que se lo coman los gusanos, que lo disfruten los cristianos". Pero, eso sí, sin quitarle esa pizca de delicadeza para dignificarlo. Inclusive el hecho del acto carnal por sí mismo puede tener una fuerte impronta de amor-amor, en una irresistible atracción. Y tanto puede ser cristalino o representar una cama con serpientes (se lo puede utilizar para obtener dinero, ventajas, matrimonios por conveniencia... o contagiar enfermedades). Hasta el mismo tango; dicen que al bailarlo tiene el amor en los labios y el sexo en las piernas.


 

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