LA GENTE
HUMILDE NO SABRÁ NUNCA CONCRETAMENTE QUIÉN LA ESTÁ CAGANDO,
PERO SABEN CÓMO ES LA MIERDA…
Siempre tuve especial simpatía hacía los zapateros de
mi barrio. También me agradaba el olor del taller. Uno de las zapaterías que más
me gustaba era el de los hermanos Bressán, frente a la placita de ejercicios, y
a cuadra y media de ellos estaba otro
colega, Don Samuel Welner, que con el tic e tac e tuc (tiquetaquetuque, decía un tango)[1] hizo estudiar a sus
dos hijos. Julio, el mayor, era amigo mío y compañero del bachillerato. Este tenía
el don de la parla, el tono coloquial justo para hablarle a la gente de
espectaculares proyectos y las elucubraciones más inverosímiles, a través de
una retórica convincente y práctica. Él hacía la perfecta simbiosis
marxista-capitalista (términos
aparentemente antagónicos), y haciendo piruetas dialécticas, sin jamás
elevar el tono de voz, se ganaba su respeto, entre aquella constelación de
palurdos, con su rulito de querubín y labio inferior de Sammy Davis Junior.
Jamás lo imaginé al Rusito Welner cerrando los ojos al besar, igual que ocurre
con Mariano Rajoy: son como personas invulnerables a la emoción de darse.
El Rusito les
podía mentalizar sobre la conveniencia de hacer más ricos a los pocos ricos que
había en el país, para así con el "sobrante" de sus lucros
superlativos podrían repartir dinero-limosna, lo cual sería la gran solución
para los sumergidos en la pauperización; y de paso harían una suerte de
socialismo travestido, pero socialismo al fin, como propugnan las
socialesdemocracias centristas de la aldea global en la actualidad (como verán,
el Rusito fue un adelantado en esto del neocapitalismo), y los ciento
veintiocho costados de sus variables políticas poliédrico-camaleónicas. Y a los
que se iniciaban con los postulados marxistas-leninistas y sus
"paraísos" del proletariado de los años sesenta, les adoctrinaba:
"La justicia social, muchachos, es
una cosa; la empresa, otra. Donde la mano derecha no debe saber lo que hace la
izquierda, y el poder sabe que poder se puede (que no se deba ya es otra
historia).” Miren, bajo mi opinión eso de la izquierda o la derecha vale en
el juego de la vida para conducir coches y para el fútbol, y el centro para
parir hijos o cagar. Aunque también el centro vale para el fútbol;
lo inventaron Pedernera, Di Stefano y Kubala. Los de centroizquierda son como
mucamos[2] de casa de ricos: ya sabe uno hacia dónde se inclinarán.
Pero en política son conceptos mentirosos... No existen... Para mí,
claro, quizás por la edad, ninguno de los dos extremos es correcto. Los de la
izquierda cuando les ha tocado gobernar lo han hecho como de derechas, ahí fue
el caso de IU, por algo les llaman Idiotas Útiles. Es la mezquindad insolidaria que les lleva a las
disidencias y fracturas partidarias. Los de derecha han sido al menos más
coherentes con su condición, han
gobernado siempre como lo que son: entre ellos, entrañables cómplices,
excelentes compinches, ejemplarmente solidarios y con mucho dinero, con lo cual
se es mucho más solidario. No se sabe de ningún fascista que se haya convertido
en marxista. Y la política de centro tampoco sirve, pues es como un chicle
flexible que se estira hacia la derecha
y hacia la izquierda.
El Rusito
con solapada manipulación argumentaba:
-
“¿Ustedes se creen que sin los ingleses
hubiésemos tenido una ciudad como Buenos Aires? Fue durante el gobierno
conservador del radicalismo, la era de Marcelo T. de Alvear, de cuando
tirábamos manteca al techo. Sí, ya sé lo del expolio, la explotación, el
coloniaje, todo lo que quieran, pero para tener cosas algún culo tiene que
sangrar. Y no serán tan ingenuos para creer que le tocará al de los que poseen
el capital. jajajaja Y agradezcan a los piratas, como los llaman ustedes, que
inventaron el fútbol para hacer felices o entretener a millones de personas cagadas
de hambre. El crecimiento económico y la creación de riqueza y puestos de
trabajo dependen de las empresas privadas. Se equivocan los que creen que la
derecha beneficia a los ricos; y si no miren: con los capitales ingleses tuvimos una de las mejores redes
ferroviarias del mundo. Y el tren más rápido de pasajeros de
Sudamérica: el Cuyano, que hacía los mil kilómetros y pico entre Buenos Aires y
Mendoza en 11 horas. Los ingleses
siempre se adelantaron a todo, sólo por saber conservar sus símbolos.
¿Qué es la nobleza británica sino un símbolo? Lo que pasa es que hay que tener
dirigentes gremiales honestos para que no te toquen el culo. Por eso
la historia argentina parece marcada por el pulgar de Nerón y la ley de Murphy.
¡Pero inventamos el dulce de leche!".- Y seguía machacona
e insidiosamente…
- “Los
ricos nunca vivieron de los ricos, sino a expensas de la fiebre consumista de
la clase media, capaz de trabajar veintisiete horas por día para que los
poderosos luzcan mansiones y coches de marca y ellos, se saben de memoria la
lista de modelos que no tendrán nunca. Pero, fundamentalmente, son los pobres
de las mayorías los que les llenan los estadios, les compran Adidas o
alpargatas, les comen sus hot-dogs, los pobres de las mayorías que votan a las mayorías
que se les antojan a las minorías. La clase media es una farsa, el mundo es de
la derecha y los miserables que trabajan para ellos, sin el más mínimo derecho
a una existencia digna como ciudadanos. Es imprescindible que haya pobres para
que existan los ricos. ¡Lógico, muchachos! Son el tejido social de soporte del
rico y punto de referencia comparativo para que la clase media se sienta
realizada. Aunque, ya se sabe, la clase media argentina tiene varios colchones
de repuesto para amortiguar la caída, y hacen la película de aparente bienestar
que le gustaría hacer a los pobres. ¡Y
qué cagazo se llevaron con el corralito!. Se acabó el dulce, a probar lo
que tantas veces se alabó, “que los pobres son los más felices, y no tienen estrés
y no se cuánto”. ¡A ver que lo prueben!. A ver si les es tan fácil ser pobres!.-
Qué gran razón
la del Rusito…
De igual
manera opino que sería impensable una sociedad en la que todos fueran genios.
Se convertiría en un mamarracho, algo caótico, puesto que los genios son
rupturistas, rebeldes, inconformistas, locos. Todo terminaría siendo un
quilombo. De ahí viene donde se hace imprescindible el contrapeso de los
mediocres y los ineptos. Y si no piensen: ¿quién va a barrer sus porquerías?.
Los ricos
saben aquello de que “quien parte y reparte no va a ninguna parte”. Para evitar
eso se sacaron de la manga el cuento que llamaron "política de recorte
salarial" (¡no te doy ni un mango más!) para mantener puestos de trabajo,
que sería, imagínense, algo más o menos así:
“Un gerente
reúne a sus trabajadores y les dice: "¡Sorpresa, sorpresa! Buenas
noticias... Tengo la solución. Tendrán una rebaja en el salario para que así
puedan continuar en la empresa; ya saben, la crisis... Esto es sólo un
“recorte”; no hablo de congelar sus salarios, pues esa guita que ustedes se han
ganado en buena ley, no se come, sirve para comprar comida para sus familias, y
la comida sí se congela. Por eso nosotros siempre, asumiendo sus problemas,
sólo recortamos, no como otras empresas que congelan salarios.”
¡Y encima
hay que poner el hombro!, son medidas “realistas” dirigidas a cagar al de
menores posibilidades. Así tapan su inclemencia con fomentos de lengua. Porque la gran duda para este cretinaje de
ladinos es la de saber si el pueblo podrá alimentar a los gobernantes en la
forma adecuada. E incluso no importa mucho quién esté al frente del gobierno,
mientras éstos obedezcan a quien manda (EEUU). Europa les debe demasiado para
decirles que no. Cuando ellos decidan dictadura, así será. La democracia existe
ahora porque lo quieren los países del club de los patrones internacionales del
capitalismo, que poseen la fuerza.
El Rusito me
decía:

De todo esto
han pasado más de 30 años y a día de hoy, a los chicos los mandan a estudiar
robótica, que es más o menos lo que decía mi amigo, Samuel Welner.
El Rusito podía cambiar el "verso" argumental
en 180º. Como los hábiles vendedores, estaba preparado para vender una
mercadería que no existe, sin gastar mucho los zapatos. Y el baile de Sampacho,
te lo contaba como si hubiera ocurrido en Acapulco. Y te demostraba que para
hacer un buen clericó se puede prescindir de la fruta y el vino; él te lo hace
por ordenador, sin moverse de México (donde reside ahora). Fíjense qué vivo el
Rusito.
Cierta vez un amigo, en tono rezongón, le soltó: “Otro país tendríamos, si en vez de haber
sido colonizados por los españoles nos hubieran tocado los ingleses, como a los
norteamericanos”. A lo cual razonó con presteza el Rusito: “¿Y no pensaste
que tal vez podríamos haber sido como la India?… pues ahí estuvieron bastante los
ingleses. Cuando se fueron, levantaron todo y la redujeron a una gran costra de
miseria y atraso que desemboca en el Ganges, un paraíso de pestes. Además pibe,
remató el Rusito, estuvieron siempre en nuestro país. Buenos Aires creció a
expensas del contrabando inglés, en detrimento del resto del país; contrabando
casi institucionalizado, mafia de piratas que en los primeros años del siglo
XVIII lucró con el tráfico ilegal. Así Buenos Aires sobrevivió en el primer
siglo de vida gracias a una burla permanente de la ley. Ellos traían
mercaderías lujosas; los porteños pagaban con cuero y sebo. Con diferentes
artículos, ahora ocurre igual. Buenos Aires siempre fue un feudo para
contrabando de capitales o sucursales foráneas que nunca representan capitales
para el país”. ¡Cuánta razón tenía el Rusito! Uno de nuestros poetas
más ilustrados, Almafuerte, en un famoso discurso dijo de los británicos: “¡En honor de Inglaterra, la del comercio
estupendo, con sus colonias tan poderosas y tan libérrimas, como las más
espléndidas naciones…!”. Así, tan desacertadamente, calificaba a esa
caterva de rapaces del saqueo en todos los mares de la Tierra, que eran los mares
de Su Majestad. Almafuerte no sabía que les hacía el caldo gordo a las
quinientas familias de la oligarquía rural argentina.
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