lunes, 6 de marzo de 2017

HOMENAJE A FERNANDO RIOS PALACIO



HOMENAJE A FERNANDO RIOS PALACIO

Es nuestro embajador en Barcelona desde hace más de cuarenta años, pues tiene en su voz el secreto de nuestros orígenes, los sueños que son de uno, es como un alquimista del tiempo que revierte el presente convocando nuestras vivencias y nos transforma el melocotón en flor de durazno…

Es cancerbero de nuestros tesoros sentimentales y figura consular más que el consulado, que nos representa (a veces) jurídicamente como organismo encargado de regularizar nuestra situación legal como emigrantes o residentes, siempre ajustándose a leyes, normativas, convenios bilaterales, etc. etc. Fernando nos representa emocional y espiritualmente… Si al fin y al cabo un consulado no es más que la firma y sello al pie de un documento. Los consulados no rubrican las tristezas, ni dan respuestas a la moral vencida, ni remedios para los que venimos enfermos de adioses… Cuando uno lo escucha  descubre que la doble nacionalidad sólo existe en los papeles. A veces canta… a veces no…

Aquí les envío un escrito muy certero de un gran amigo mío llamado Kuki, en donde explica por qué Fernando “a veces canta… a veces no…”.

               Cuando se han acallado los ruidos de cuchillos, tenedores y copas…
                Cuando suena la música del tango…
                De entre los olores de comida, alcohol y tabaco, como en un sueño de vaya a saber qué irrefrenable locura, emerge su figura circunspecta, alargada, con pelo y ropa negra, con rostro esculpido por el cincel de muchos sufrimientos disimulados por la sonrisa del artista… Ése es, ahí está el cantor de tangos, sacerdote de templo desconocido que en liturgia mágica con voz grave y bien templada dice la verdad del tango, ése es nuestro cantor, Don Fernando Ríos Palacios.
                Con su canto nosotros “los de antes”, “los de siempre”, los de los ojos con bolsas, indudable estigma que deja el paso del tiempo, volaremos en silencio hasta ese estado dicótomo del alma mitad placer, mitad dolor: la nostalgia; desde ahí soñaremos eso que fue, que ahora no es, pero que puede volver a ser, porque la vida del hombre es una historia con repeticiones.
                Ahí está nuestro cantor, ser humano interminable; de la mano de su duende nocherniego podemos recorrer todas las estancias de la música ciudadana popular del Río de la Plata, para captar lo que ella representa como parte de la cultura de un pueblo y la forma de entender y sentir la vida de sus gentes, música que no pocas veces ha sido menospreciada por los voceros estúpidos de un intelectualismo bastardo.
                Ahí está nuestro cantor, sin mecenas ni propagandas, sólo tiene su voz y su mensaje; detrás de él no hay Ministerios de Cultura, ni Cancillerías, ni Consulados, sólo lo ayuda el esfuerzo de la caja escuálida de algún boliche en decadencia.”
                Ahí está nuestro “guapo[1] del 2000”, rapsoda marginado y abandonado por no purificarse en la pila redentora del mundo elitista y volátil de Borges, y de Piazzola; su soledad es el precio que le impusieron pagar por no aceptar la deformación conceptual de esa música que los progres pretenden llamar tango, que en honor a la verdad debe entenderse como “paratango”, porque no tiene nada que ver con la línea de los auténticos poetas y compositores del pueblo: Flores, Contursi, Manzi, Discépolo, Cadícamo, Troilo, Piana y otros.”






[1] Valiente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario