¿DAMOS UNA VUELTITA?
¡Me cago en las feministas! Resulta que para estas minas una frase bonita o un halago o un preciosismo lingüístico parece ser una grosería o un acoso o ..¡¡que se yo que mierdas tienen estas minas en la cabeza!!...
Me desperté inspirado, y le dije a una amiga muy guapa: -"¿No estas cansada esta mañana? -Noo, ¿por qué?- me contestó -"Porque estuviste toda la noche dando vueltas alrededor de mi cabeza". -"¿Y por esta estupidez me despiertas?- sentenció ella. Y yo super sentencié: !Anda a la gran puta que te parió!!!.
No sé para qué carajo me tengo que levantar de la cama si sigue el frío y estoy jubilado. Creo que si me levanto seré un pelotudo… ¿Para qué? ¿Para dar una vueltita…? ¡Bah! Ya lo tengo bien “junado” a mi barrio y a la mayoría de sus vecinos (Casi todos con sus caras de orto).
Me desperté inspirado, y le dije a una amiga muy guapa: -"¿No estas cansada esta mañana? -Noo, ¿por qué?- me contestó -"Porque estuviste toda la noche dando vueltas alrededor de mi cabeza". -"¿Y por esta estupidez me despiertas?- sentenció ella. Y yo super sentencié: !Anda a la gran puta que te parió!!!.
No sé para qué carajo me tengo que levantar de la cama si sigue el frío y estoy jubilado. Creo que si me levanto seré un pelotudo… ¿Para qué? ¿Para dar una vueltita…? ¡Bah! Ya lo tengo bien “junado” a mi barrio y a la mayoría de sus vecinos (Casi todos con sus caras de orto).
La que de verdad me da vueltas es la cabeza... ¡Claro, qué boludo! A todos nos da vueltas, por eso de la rotación
de la Tierra.
¿Por qué uno dice: "Me voy por ahí a
dar una vueltita", si siempre estamos dando vueltas? Y las parejas que
bailan valses vieneses van girando encima del giro… y la música de los valses…
y los besos de enamorados al final de los valses también giran… Menos las
letras de los “valcesitos” criollos de Arbos-Narváez y el negro Villavicencio,
que ésas se quedan estáticas, aferradas para siempre en el recuerdo emocionado,
de los que se vuelven a contemplar el cielo cuyano que alumbra rejas de
serenatas y “chinas” mirando “ajuera”[1], en
vez de seguir dando vueltas como todo en el mundo. Y “Il Giro” de Italia, los
giros bancarios y los comunistas que giran a la derecha.
“La cabeza me da vueltas, Doctor”, habrá
dicho uno de los enfermos de un hospital psiquiátrico del siglo pasado; el
tratamiento consistía en sentar al paciente sobre las llamadas “sillas
tranquilizadoras”, que giraban hasta 100 r.p.m. Los enfermos no mejoraban nada,
pero se mareaban y vomitaban.
Maradona, cuando
tenía manos en los pies, el pie zurdo en la mano de Dios (o de Satán, a juzgar
por su final) y alas en las piernas, hizo girar la cabeza a todo el planeta
girando una pelota con la cual, a ras del suelo, se elevó al cielo. Incluso los
ingleses, víctimas de su habilidad, le reconocieron Maestro en Oxford, quizás
para purificar el origen macabro del fútbol (jugar con las cabezas de enemigos
durante la invasión Normanda a las Islas).
Los del circo hacen
girar platillos en la punta de un palo. Chaplin hizo girar el mundo con los
pies en El gran dictador. Por ese
aumento de revoluciones, seguramente desaparecieron los dinosaurios. En cambio,
la Inquisición
no giraba, porque no creía en el giro del que le habló Galileo; para ellos la Tierra era plana, como su
cerebro y sus cabezas no estaban en el eje de rotación.
Para rotación la que hacen las calesitas, dando vueltas y vueltas con su musiquita. Son la preparación a la vida de adulto... la sillita como la del parque para cuando se hacen novios, el caballo de madera como cuando andás por la pradera, el auto de carrera como cuando vas al trabajo, la columna como cuando esperas a tu amada/o... y además, añadir que como en la vida misma es un no parar de subir y bajar.
Para rotación la que hacen las calesitas, dando vueltas y vueltas con su musiquita. Son la preparación a la vida de adulto... la sillita como la del parque para cuando se hacen novios, el caballo de madera como cuando andás por la pradera, el auto de carrera como cuando vas al trabajo, la columna como cuando esperas a tu amada/o... y además, añadir que como en la vida misma es un no parar de subir y bajar.

De señor de la
guerra, Estados Unidos ha pasado a ser el gendarme de la Paz, que no impone su razón
sino su administración, y el eje de la economía global, donde los hampones de
las mafias escogen a los jueces, como se ve en cualquier película del Scorsesse,
verdaderos documentos salpicados con coágulos de rotundas conclusiones
sociopolíticas, en nombre de la justicia, la patria, la seguridad o la paz
(para uno mismo, a costa de la del prójimo).
De sangre y más
sangre se ha teñido la historia, que sigue dando vueltas para volver al punto
inicial. Lo más gratificante sería que con éste vital elemento sólo se hicieran
transfusiones, morcillas y metáforas. Y como nada nos cuesta, no le damos el
valor que se merece a ese prodigio circulatorio que recorre nuestro cuerpo, y
sin fatiga, más kilómetros que Marco Polo, Havelange, Samaranch y Cousteau
juntos.
Estoy ansioso
esperando un film que nos explique con precisión probatoria qué sucede en el despelote
bélico-informativo que nos hacemos con los serbios, croatas, bosnios,
serbo-bosnios y musulmanes, o quién es, al final, el maldito causante de la
inseguridad en los territorios ocupados y franjas de seguridad, o al menos quién mea en el Muro y cómo: si de
adelante, de atrás, de costado o desde arriba. Que me lo expliquen, porque
entre Abraham, Isaac, David, Salomón, Mahoma y los romanos me han hecho un
quilombo padre en el mate[2] y me
han provocado vértigo de tantas vueltas a la cabeza que le he dado. Si sigo así
tendré que recurrir a la tríada omnisciente: Yahvé, Dios y Alá, porque a las
resoluciones de la ONU
se las pasan por el “upite”.
Como siempre pasa,
una vez más, habrá que recurrir, paradójicamente, a la poesía… Hasta para
resolver milenarios contenciosos:
Junto a una puerta de la ciudad antigua de Jerusalén
se sentó el poeta Yehuda Amijai
con dos cestas llenas de comida.
Desde ahí pudo escuchar a un guía turístico diciendo:
«¿Ven a ese
hombre con las dos cestas?
Pues justo a su lado hay un arco de la época romana».
Amijai se dijo a si mismo:
La salvación llegará cuando el guía les diga
«¿Ven ese arco romano?
Pues carece de importancia,
porque justo a su lado
hay un hombre que ha comprado frutas y verduras
para dar de comer a su familia»”.
(Este escritor
israelí ayudó a dar un giro y crear una poesía israelí moderna.)
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