LA MANZANA PODRIDA SE COLÓ EN EL TENIS
Fue
reconfortante ver como dos grandes glorias, a las que todo el mundo daba por
perdidas, acabaron en la final. Dando un espectáculo de nobleza y deportividad.

En
otro hecho desagradable, el tenista canadiense, Denis Shapovalov casi le saca
el ojo al juez de línea después de tirar un pelotazo impulsado por la furia y
la frustración del momento. ¡Tranquilo, nene…! Ya parece que la paranoia y la
agresividad se mueven a su aire, hasta por los campos de tenis… Ya sabemos que
fue involuntario… pero hay un “algo” suelto que te dice que así no se puede seguir…
Ya las señales se han convertido en síntomas de enfermedad… algo se mueve entre
las raquetas que terminan en raquetazos.
Tal
y como les decía en el escrito “NIÑOS: ESA MALDAD DISFRAZADA DE ANGELITO”, los
padres son co-responsables por haberles quitado la infancia… les inculcan
obsesivamente desde pequeños ¡que tienen que ser el número 1, el NUMBER ONE!
Así
que calculen:
-
Seis horas en la pista
-
Dos o tres horas de preparación física
-
Una hora para charla técnica
-
Otra hora de charla psicológica….
Y
así todos los días. Ya me dirán cuándo viven. Poco a poco los van convirtiendo
en algo así como un frontón de ojos y crispaciones de nervios y sudor. Con la
familia sólo están en los grandes torneos o al acabar las competiciones que son
inacabables; sacando las Navidades y los regalitos, la convivencia familiar
para ellos es una expresión de deseos.
El
paraíso prometido es una red; están atrapados por las redes del exitismo y de
la ambición de los padres. Sus alegrías y miserias son ahora pasto de consumo
para la prensa rosa… Todavía recuerdo que si Agassi cambió el look , que si el bronceado de Gabi, que
si los líos de faldas y algo más de la Navratilova, que si la daga que nos dejó muchos
veranos sin Mónica… Las mismas bobadas de la prensa deportiva cuando escriben sobre
los mates que toma Suarez o la fiesta de cumpleaños de Neymar o Cristiano Ronaldo…
Están casi todos locos en el mundo del deporte profesional. Por mejorar su
rendimiento físico quieren ser superhombres.
¡No
aguanto más ver por televisión todo ese circo de idiotas del toc-toc-toc-toc
seco y odioso, donde se acaba la paz, la tertulia! Todo es reemplazado por la
pelotita y los desagradables sonidos guturales y gritos ahogados de los
esclavos de blanco. Para colmo, los jóvenes de casi todo el mundo los toman
como modelo de pautas de comportamiento, cuando no son más que robots de ropa,
calzado y complementos de marca.
Boris
Becker dijo que el tenis es un mundo pequeño, obsesivo, confuso y repleto de
valores equivocados. Y que algún tornillo lo tienen flojo lo da el hecho de que
el mismo Becker se presentó una vez en el Café París de Montecarlo, bajo una
peluca negra de rocker que no conseguía cubrir sus cejas rojas y una campera de
aviador, disfrazado para que no lo conozcan. Otra vez dijo: “Mi público y yo hacemos el amor muy a menudo”.
Cuando venció a Lend en Australia, se emocionó hasta el punto de abandonar la
pista e ir a llorar sobre una toalla entre los árboles de Flinders Park (si
hubiera ido a cagar, habría sido más razonable). Ion Tiriac comentaba de él: “Depende del día que quiera jugar; ya no
estoy para hacer de ñiñera como con Guillermo”.
Después
uno se ríe de algunos boxeadores que están “tocados”, como mi amigo el Cabezón
Romano, al que una vez le dieron un micrófono de esos de antes y le pasó la
lengua creyendo que era un helado (a lo mejor lo hizo con picardía de
cordobés). Pero los tenistas son peores… Un día de éstos, alguno dirá algo así:
“A la vuelta de mi casa vive Phil
Collins. ¡Cómo me gustaría ser él para vivir a la vuelta de mi casa!”.
Y
sí, los mismos periodistas ya han insinuado bastante acerca del deterioro
mental de estos deportistas. En los años ’80, un tal Luis Hernández redactor de
El Gráfico, y en un mismo artículo,
es repetitivo con esto de la mente; aquí está la prueba en algunos párrafos:
- “Gabi: Su mente estuvo bajo presión”.
- “Roland Garros: Era para
mujeres un torneo mental más que
técnico”.
- “Graff: Se derrumbó porque
su mente estaba lejos”.
- “Garrochategui: Le falta mentalidad para estar entre las
grandes”.
O
al periodista le faltaba agudeza narrativa, o adviertía sobre una disfunción
mental por exagerada presión.

Otros
ejemplos fueron Clerc, el cual se quiso suicidar y Börg que terminó alcohólico
con los sesos picoteados y castrado moralmente. La española Conchita Martínez
tuvo una crisis mental por líos amorosos. A McEnroe a menudo se le hinchaba una
vena cervical, mientras proyecta un salivazo mezclado con “bilis-rabina”,
convirtiéndose no ya en un irascible personaje, sino en un tarado genética y
socialmente dispuesto a la violencia. Menos mal que el árbitro está alto, si no
le rompe los riñones de un raquetazo, y lo veríamos arrastrándose en orina. Y
el insulto… (¡Hasta me da vergüenza ponértelo en castellano! Hacé la traducción
si quieres) “¡Hey, you! ¡Facking asshoul!
¡Faget! ¡Fat pig! ¡Sun of a bitch ¡Idiot! ¡Bastard!”. ¡Qué psico-no-sé-cuánto…! ¡Es un loco de mierda!, hablando en criollo.
Todos se chiflan por una guitarra eléctrica y el rock. Además, piensan que
cantan bien. Vilas hasta se creyó poeta; Noha grabó un disco en España, “Black and What”; Vilander tiene
inclinaciones artísticas, que yo llamaría “inflamaciones artísticas”; a Agassi
también le da por escupir, y por decir obscenidades a un juez fue multado con
tres mil dólares. Es que parece que a estos nenes hay que darles música: así
producen más. En las fábricas inglesas ponían un Hilo Musical para mayor concentración laboral., y parece ser que
las vacas dan más leche y las gallinas ponen más huevos, pero escuchando a
Tchaikovsky o Vivaldi (son más inteligentes que los cultores de la música rompe-tímpanos).
La prensa hasta les quiere dar la imagen de sex-symbol
a Agassy, que caminando recordaba a un osito destartalado; Becker parecía tener
dos piojos blancos titilando en las órbitas en lugar de ojos (sin embargo, una
de sus novias vendió a Play Boy la
historia de una noche con él, que tenía fama de viril).
Arancha parecía una
pepona o una criatura no-nata; Seles tenía cara de tonta disfrazada de ingenua
(así le fue); Sabattini, hombruna, grotesca, con una narizota sólo apta para
resoplar u oler halagos de adulones, pero no para oler perfumes (para eso hace
falta un botoncito tierno de nariz como el de Carolina de Mónaco).
¿Navratilova?, ni hablemos, menos bailar un bolero con ella. Además eran
pésimos colegas: hablaban mal de ellos y entre ellos. Vilas contra Clerc,
Bruguera contra Sánchez Vicario. Y también hasta sus entrenadores: William
“Pato” Álvarez y el padre de Bruguera una vez se negaron a darse la mano. Los
imagino por las noches en la suite de
un hotel solos, vencidos, con su música, sin saber que afuera canta la vida con
otros tonos y melodías; ellos todavía no se dieron cuenta de que el cielo se
cubre con hermosos copos blancos de nubes… Para ellos el firmamento sigue
siendo el avión que esperan en las salas de embarque de los aeropuertos. No
supieron nunca que la infancia es la edad más hermosa, es ese ciclo en que las
vacaciones son inacabables y jugamos libremente, en estado mental de
anticálculo. Ya de chicos se subieron a un coche de marca antes que a un
caballito de cartón. Aprendieron a pintarse la cara de adultos para las
marquesinas. Nunca dibujaron un sueño propio de chiquilín, porque el derrotero
se lo marcaron prematuramente los padres hacia la fama y el éxito.
Dicen
que olvidarse de lo malo, es tener buena memoria, así que saquemos las manzanas
podridas y rescatemos algo reconfortante que nos dio un Roland Garros de los ‘80,
el cual nos dio un efímero romance entre el tenista Guillermo Vilas y Carolina
de Mónaco, que precisamente por ser efímero pasó a ser un gran amor, si hubiera terminado en matrimonio... ¡ya saben!
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