EL MENOTTI SURREALISTA
Anoche
soñé con Menotti… y al despertar se me dibujó una sonrisa porqué pensé: ¡Qué cachafás éste flaco! Qué bien mete el
verso… Qué ductilidad para introducirse en cualquier terreno, tanto con
Galtieri como con Grondona o “Chichi” Ledesma. Y también para destilar
conceptos de Borges o Discepolin.
Aclaro
que soy admirador de Menotti (“El Flaco”). Mentiroso, reo de barrio, buen seductor,
niño bien de Fisherton, gran jugador de fútbol, técnico que engrupió a todos
los hinchas del Barcelona…
Mi
sueño con él transcurría en una conferencia de prensa post partido. Donde luego
de despejar el humo de las nubes y las estrellas fugaces de las fijas, escapándose
por el agujero de una voluta de su cigarrillo, aclaró cancheramente:
“En el fútbol,
para entrar hay que salir. O sea* (*muletillas
comunes en el mundo del fútbol), que si no tenés un caballo de
Troya... O sea, cuando uno viene,
va, y si va, viene. O sea, como
quien se pone los botines al revés en un día de campo embarrado, para engañar
con las huellas: no sabrán si has ido a tu área a defender o a la del contrario
a atacar, que en fútbol no hay que ser “gil”: sigue siendo el arte de engañar
con la pelota, un flirteo con lo inverosímil. Es tan difícil ponerse en el
lugar del otro, por ser una antinomia permanente. Los cuerpos se evitan para no
confrontarse, o chocan en lugar de escurrirse. Cuerpos virtuales... Nadie es
dueño de su humanidad ni se pertenece a sí mismo, porque un jugador va donde le
amagan, no donde él cree que debe ir, en una suerte de enajenación corporal.
Ora es búsqueda desesperada; ora, encuentro fortuito, constante o esporádico.
Siempre hay uno en situación desairada pasando de largo, o en el suelo,
convertido en un tirabuzón, o con la mirada puesta en el dirigible o el dron
que filma el match. La habilidad del débil aniquila la fortaleza del torpe.
(...) En fútbol hay aires “Einsteinianos”,
todo se da relativamente ¿Ustedes creen
que un partido dura noventa minutos? El tiempo es relativo… no depende del reloj. Me explico: si tengo en mi equipo a Messi y Romario y Maradona, al empezar el
juego ya está terminado, porque un instante lo es todo, y quien no entiende
una mirada es incapaz de comprender una larga explicación de pizarra o una prolongada
historia de amor. Hay un tiempo para el disfrute estético que se inicia y
culmina cuando a ellos se les antoja, con los argumentos que aún no se
descubrieron (menos
los periodistas y técnicos), el fútbol que cada uno se enseñó en la infancia.
Un partido puede ser eterno en el
tedio si los técnicos son Clemente o Bilardo. El primero hace exacto el dicho
“Pienso, luego pierdo”. No hay nada más relativo en el fútbol que la relación
tiempo - juego: si tengo como defensas a Pepe o a Godin, el uno descerebrado y
el otro centurión romano, les pediré que en un segundo la tiren donde sea, a la
pelota junto con el jugador a la grada, porque representan un peligro dejarles
la pelota, pues no saben administrarla. Gracias a jugadores como ellos se creó
en el periodismo eso de foul táctico, que significa dar una patada en la espinilla al delantero como “falta
necesaria” para “congelar” el juego, o
sea romper la dinámica rompiendo una pierna, como les ocurrió a Schuster y
Maradona, ambos fracturados por el juego “viril” de Andoni Goicoechea. Tampoco
hay que creer demasiado en las frases hechas, como “Nunca segundas partes
fueron buenas”. En fútbol no sólo ha habido segundas mejores sino que fue en la
tercera parte (prórroga) que conquistamos el campeonato del Mundo del 78. Es lo
contrario del matrimonio, aunque sé de un amigo que después de 30 años, se
volvió a juntar con la mujer...
En dos o tres segundos un quiebre
de Zidane equivale a una fracción de eternidad.
O sea, que lo del tiempo... En fútbol
cualquier época pasada es moderna, y viceversa. Hay como una eternización dimensional y una inalterabilidad humana. Pero la
historia del fútbol puede cambiar por un tiro en el poste en el último minuto,
luego de que un equipo domine todo un partido. ¿Me entendieron? Mejor dicho, el
fútbol no tiene historia, y se confunde lo pretérito con lo porvenir. Por eso,
el mejor jugador de la actualidad sigue siendo Pelé. ¿Inalterable? Les explico
por qué: el campo siempre tiene las mismas dimensiones, los jugadores son 22,
la pelota es una sola, más 1 árbitro y 2 liniers. A menudo, un jugador es un
todo, pero también a menudo el todo es insuficiente por falta de uno. De todas
maneras, tampoco son once los jugadores
- protagonistas en un equipo: si tenemos a los tres mejores (pongamos Messi,
Iniesta y Grisman) estos tres compensan la ineptitud de los ocho restantes
partiquinos, que ni siquiera alcanzan a ser un cofactor futbolero, sino un
factor de riesgo en contra de su propio equipo. Ergo, 3=11(-8). ¿Cómo sería mi
equipo ideal? Ahí va (profunda calada): un sabueso roedor de tibia y peroné que
respire en la nuca, que se haga hermano siamés que se gemine al crack del
equipo rival. Como lo fue el chino Messiano para Pelé y más tarde el italiano
Gentile para Maradona. Una atorrante bragueta sin frontera, alma de putero, con
estigma del arroyo, un tipo que hasta pueda desafiar las normas de la higiene
deportiva. Alguien como Romario, con un transfondo brujo de la Escola do Samba; alguien
como fue Kubala, bebedor empedernido, alguien que fume cuatro etiquetas de
cigarrillos como Félix Loustau, a quien le decían el Ventilador, porque era el
que más corría en la máquina de River. ¡Que
me lo explique un médico! Y el flaco Cruiff, que fumó en el entretiempo
hasta el infarto, el negro Pelé, que tiene los pies planos, Ángel Labruna,
timbero con acentuada lordosis lumbar, el gringo Ártico de Talleres de Córdoba,
que padecía el mal de Chagas, verdadero pulmón del equipo, Maradona,
cocainómano desde los veinte años, obra cumbre de baldío y el manco Pérez, de
Universitario de Córdoba. Ninguno de
ellos vegetó; fueron grandes figuras que marcaron la historia del balompié.
O sea, cualquier médico los hubiera
declarado ineptos para la práctica deportiva.

Sin embargo, ¿ustedes creen que la
corporización de mi figura en un lugar determinado hace que sea yo mismo? Soy
alto y flaco, como un ciprés, pongámosle. La proyección de la sombra de ese
árbol es lo que le da vida más allá de la limitada óptica de los que están a su
lado”. O
sea (ya ni él
mismo se entendía), para unos soy menos alto y para otros un
álamo; perdón, creo que les dije ciprés. Es que a veces hay que poner
fantasía a la ordenación mecánica, sobretodo si tengo delanteros que juegan
bien sin la pelota, lo cual es un poco difícil. En ese caso viene bien apelar a
jugadores invisibles que no delaten su posición en el campo, o tratar de jugar
lo menos posible, sobretodo con la pelota y así no serán un estorbo.
(...) Cuando el fútbol vaya
desapareciendo como expresión deportiva auténtica, por culpa de Didi (no el jugador fallecido), o sea
la dictadura del dinero, los jóvenes recordarán que la verdadera paella también
se hacía con arroz. Pero no todo es así, no se crean. Puede ser dulce como unos
labios y reconfortante como una amistad.
Y ya ven, a veces me salgo de la realidad buscando un sueño, o soy un
sueño buscando la realidad, qué se yo...” -FIN DEL SUEÑO-
Con greguerías ingeniosas como ésta Menotti creó graves
problemas de identidad a sus jugadores, a tal punto que uno de ellos, ante la
pregunta de un periodista, “¿Cómo estás?”, respondió imitando al César de los
imperios balompédicos: “¿Qué sé yo si estoy o no? Lo que sí siento es un enorme
deseo de librarme de mí mismo”, afirmó
con el gesto, negando con la
mirada..” ¡Vea señor periodista, íbamos primeros en la tabla... y jugando muy
bien, y así de repente, nos dijo que si perdíamos en la fecha siguiente, en vez
de salir por el túnel hacia la cancha. nos haría salir por la puerta de
atrás!”. ¡Y así me quedé, esperando que me llamen de algún equipo!. A veces,
luego de un domingo de fútbol, me busco en los ojos de mi mujer y termino
perdido en el área, pero en la peatonal, sin recibir una pelota de mis
compañeros”. En labios del Flaco, el más extraordinario centrodelantero se hizo
marcador de punta; el árbitro empezó a dirigir el ataque como centrofoward, para más tarde dedicarse a
dirigir el tráfico... Con Menotti se
creó una particular conjugación del verbo ser:
Yo ¿soy?
Vos ¿quién sos?
Él ¿es?
Para el quijote rosarino, la vida de cada uno es como
uno se la cuenta a los demás, más que a uno mismo.
Y como en fútbol, según su visión, todo puede mirarse de
adelante atrás o viceversa, se refirió a Romario con este palíndromo, que ya
hubieran querido para sí Cortázar o Filloy: “Romario no corre, erró con oír amor”. Nada más cierto, pues es
común que el brasileño ponga las pelotas en otra parte. Frase mas
representativa que esta que inventó el zurdo “Menem hoy bebió”. No es exacto, pero...
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