LOS DENTISTAS
VAS POR UNA PROFILÁXIS Y SALÍS CON IMPLANTES
Son pobres hombres
los dentistas, de precaria cultura, desempeñando el papel de una entidad enemiga
de lo humano, amenazadora para la estabilidad emocional y económica. "Emocional"
porque encarnan el miedo eterno, los pavores atávicos como si representaran la
intemporalidad del mal.
Tras la mascarilla de cada dentista, el
"cliente" ve al despiadado, terrorífico torturador de las edades
medievales... ¡Sí! siniestro... o como un engendro prehumano comparable con la
figura del sacerdote inquisidor o del brujo de antaño.
Desde la noche de los
tiempos, estos personajes de sombra han acompañado al hombre en su peregrinaje
terreno, siempre igual: eternos, ajenos al progreso, mediocres, tenebrosos...
Es inevitable: el pariente y el diente, aunque duelan, sufrirlos hasta la
muerte.
El Dr. Alfred Southwick, importante dentista de Búfalo, es recordado
como el inventor de la silla eléctrica (1881), ya que encabezaba la comisión
que recomendó este método de ejecución en el estado de Nueva York. En el siglo
XVIII, el francés Pierre Fauchard, padre de la odontología, recomendaba a sus
pacientes que se enjuagaran la boca con su propia orina para prevenir la
caries. O la mean o la cagan...
En los últimos tiempos, han experimentado una
pequeña evolución y su ciencia ha registrado un mínimo avance, relacionado con
los materiales que utilizan, que no han demostrado, en realidad, ser mejores
que los que se usaban hace cien años. ¡Caso único! porque en la historia de la
ciencia se ha progresado notablemente en Medicina, Biología Molecular, Física
Nuclear, Ingeniería Genética... Y estas ciencias siempre se han denominado de
igual forma. El caso que nos toca no es así; primero, se llamaron barberos,
luego dentistas, odontólogos, estomatólogos... ¡Ésta ha sido la verdadera evolución
de la profesión!
Se ha comprobado científicamente, a través de
excavaciones e investigaciones arqueológicas, que las incrustaciones que hacían
los mayas en los dientes duraban mil años por lo menos, y algunas no se podían
retirar del diente, sólo rompiéndolo. Ahora, una amalgama hecha a un
"cliente" con las sofisticadas técnicas modernas dura meses, a veces
semanas; se aflojan con un escarbadientes y se caen con un eructo.
Cliente: -“¿A qué se
debe doctor que se cayó el empaste de hace cuatro días?”
Dentista: - “Es que hay que
cepillarse bien, señora”.
Cliente: - “Sí doctor, lo hago de arriba a abajo y tres veces
como dijo usté”.
Dentista: - “Entonces será el paso del tiempo, señora”...
Eso sí: la
apariencia, lo moderno; ahora al gabinete dental lo llaman box, y el director técnico
de fútbol Bilardo da "clínicas de fútbol". Todo cambiado. ¡El mundo
está loco!
Antes de las amalgamas lo que se usaba era el oro. Eran
verdaderas tumbas putrefactas, sarcófagos de oro que encubrían restos de
comida, fetidez y focos sépticos, tanto que en 1910 el Dr. William Hunter de
Londres atacó a la odontología americana con este tema; les demostró que los
dolores y problemas causados por estas prótesis de oro sólo se solucionaban
retirando las coronas. ¡Ah! Y encima, al quitar al "cliente" esas
prótesis se quedaban con el oro, que aparentemente arrojaban al cubo de la basura
junto con el diente extraído, para después juntarlo al final de la jornada como
un avaro revolviendo desperdicios.
¡Claro! ¿Cómo no van a tener auge esto de los implantes?
¡Hay muchos desdentados!, porque han fracasado los métodos conservadores y
preventivos; se ha involucionado. Esto de los implantes tampoco es nuevo. Una
mandíbula encontrada en Honduras en 1931 presenta tres trozos de concha en el
lugar natural de los incisivos inferiores; data del 600 d.C. y es el primer
ejemplo de implante endoóseo en una persona viva. ¡Y los implantes valen un
riñón! Por cierto, el capo de los riñones, el Dr. Antoni Puigvert, en un
congreso aseguró: “En libros de medicina publicados hace más de cien años, he
leído técnicas quirúrgicas y aplicaciones terapéuticas que hoy se consideran
recién descubiertas”. Uno de los pocos inventos revolucionarios en la
dentistería es el acrílico, sin llegar a la trascendencia del papel de water,
que ese si se ha tornado imprescindible en la era moderna (más que nada en
casos de urgencia).
Los “dentisteros” se creen poseedores de un lenguaje
"excepcional": En vez de llamar panorámica a las radiografías más
grandes, las llaman ortopantomografías. Pero yo digo ¿hay que ser pelotudo, no? Y se
preguntan entre ellos si les llegó el mailing, en vez del correo, como si hubiesen
dividido el átomo. A un adhesivo de mierda para hacer las obturaciones en blanco lo llaman
Bond; a quitar el sarro, tartrectomía. Y claro, así asustan más al paciente que
no entiende un carajo y lo ponen más nervioso aún, pues piensan que
eso que suena tan raro le costará mucho más caro. Al finalizar, siempre le
hablan al pobre paciente de las "técnicas" de cepillado, que
consisten en poner una mierdecita de pasta en el cepillo y refregarse bien toda
la boca luego de comer, que sería lo mismo si inventaran técnicas para
limpiarse el culo luego de cagar.
Los Dentistas son los seres más egoístas que conozco, crípticos,
elitistas; les place crear misterios... Sólo los clanes liderados por ellos
tienen acceso al conocimiento. Hasta en Japón, Fuyuyori Tambano, descendiente
del padre de la medicina japonesa, adquirió fama por extraer los dientes del
emperador Hanazono; su hijo Keneyasu, primer dentista japonés nombrado
oficialmente por la corte, mantuvo sus técnicas en secreto, transmitiéndolas
solamente a miembros de su clan, de generación en generación. Igual sucedió con
la endodoncia.
En mi época de estudiante, la preparación técnica era
absolutamente insuficiente; y de la ortodoncia, cuyo tratamiento es más caro,
¡ni hablemos! En Córdoba sólo hicimos dos o tres endodoncias en paciente; así
que figurense: la experiencia práctica era inexistente, pero parece una
obligación decir "¡Qué buena era nuestra facultad!". Todos lo dicen y
de las facultades de todos los países. ¡Boludos! Todo lugar en donde transcurrió tu juventud (de dieciocho a veintitrés
años) tiene que ser querible, igual que las madres para el tango, o Borges,
sobre todo para los que no lo leyeron nunca. O porque todo tiempo pasado...
A todo le ponen velo de misterio, impenetrable secreto
de pastitas y chorritos... Y precisamente porque es fácil, lo aprendería todo
el mundo. Esta profesión no es complicada; no ocurre así con un poeta, un artista, que
para eso se nace... O futbolista, que hasta pueden terminar como periodistas
deportivos, no explicándome nunca para qué las escuelas y facultades de
periodismo si después viene un ex-futbolista y les copa el puesto, en escandaloso
intrusismo que vulnera para mí las normativas, estatutos y preceptos de las
asociaciones de periodistas, ante el silencio cómplice tanto de los que
presiden estas entidades, como de sus miembros afiliados, que al fin y al cabo
son los perjudicados, pues se les reducen las de por sí escasas fuentes de
trabajo.
Pongan ustedes a diez jóvenes a estudiar odontología o periodismo, con ferrea voluntad, y seguro que todos acabarán la carrera. Prepara a diez jóvenes para futbolistas profesionales y quizá sólo uno de los diez llegué a primera
división. El secreto va de la mano del dinero. ¡Hasta la Coca-Cola tiene secreto de fabricación y
el chocolate suizo! ¡Hasta las cocineras tienen secretos, fórmulas de guisos!
Secretos de pocos para robar a muchos. Te enseñan lo justo para justificar la
función docente y lo mínimo para que mañana no les estropeen el negocio.
Todo el mundo sabe las diferencias que establecen con
pacientes de mutuales y Seguridad Pública (los pobres) y los de los
consultorios o institutos privados (los pudientes). Son arrogantes, soberbios.
Los profesionales de la dentistería sufren, en general, una hipertrofia de la
vanidad, pues quizá están un poco frustrados como profesionales de la medicina
(la Odontología es la hija pobre de la Medicina); y se autoconvencen de que la
mayoría de sus actos tiene un gran fundamento científico, cuando, en realidad,
depende de un mínimo de habilidad manual.
Son déspotas, humillan al personal subalterno, someten
a los que los rodean, y donde más acentúan su arrogancia es con el mecánico
dental. Tal vez esa frustración les lleva al resentimiento; quienes
menosprecian, en cualquier orden de la vida, son los que más han sufrido un
desprecio que no pueden superar, y lo proyectan entonces contra el más
propicio: a veces, auxiliares dentales son las que pagan el pato de sus broncas
(no sus mujeres e hijos). En eso tienen mucha semejanza con los militares que
se rigen por la ley del gallinero (el de arriba caga al de abajo): siempre hay alguien superior que
somete a trato ultrajante al de menor graduación. A su vez, éstos, en última
instancia, "poseen" soldados aptos para la humillación: el empujón,
la burla sarcástica, trotar luego, apenas terminada la comida y así ponerlos al
borde del infarto o descargar un problema personal extracuartelario.
¡Cuántas veces el
sacrificado mecánico les saca las castañas del fuego! No hay que sentirse ni
más ni menos que nadie; todos somos importantes. Pero ante la figura devaluada
del abnegado protésico, acentúa su papel el "doctor", cuando en
realidad no son ni siquiera doctores, pues para doctorarse tienen que aprobar
una tesis, y el 90% no lo ha hecho.
En mi clínica, sólo una enfermera, de todos
los que componemos el equipo, se ha doctorado en Biología, y además ha sido
requerida de EEUU para su perfeccionamiento en genética; se llama
"Pepona", alias Carmen Márquez. A las enfermeras que tuve las he educado en la delicada responsabilidad de ser el brazo derecho y
el huevo
izquierdo del “doctor”. Es en Córdoba (La Docta) donde se padece de
“doctoritis” más que en ninguna parte del mundo. ¡Es penoso! A cualquier
infeliz como yo le llaman doctor, creyendo que te enaltecen. “Te presento al
doctor” dicen enfáticamente y sin disimulado orgullo.
Y siguiendo las reglas
del juego, se responde dando la mano: “Encantado. Doctor Rodríguez para lo que
usted disponga”. Lo de dar la mano, nació en la Antigüedad; no es producto de
la afinidad o la cordialidad, sino para demostrar que ninguno de los dos
llevaba armas ocultas en la bocamanga. Hasta los presidentes del país,
gobernadores o intendentes son casi todos “doctores”. Hemos escuchado la
retahíla en diferentes momentos de la vida institucional argentina: doctor
Frondizi, doctor Illia, doctor Ángeloz, doctor Mestre, doctor Abella… Lo correcto
es que los títulos universitarios se deben utilizar sólo para sus respectivas
profesiones privadas, ya que el presidente, por ejemplo, es representante de
todos los ciudadanos y es elegido para eso: para ser presidente. ¿Alguna vez escuchaste que digan: doctor
Kennedy, doctor Clinton, doctor Mitterand, doctor Felipe González, doctor
Aznar, doctor Tarradellas o doctor Jordi Pujol? Este último, te aclaro, es
médico, abogado, banquero y empresario, y con más cultura posiblemente que
todos los presidentes anteriormente mencionados, aunque un ladrón repugnante también.
En encuestas de EEUU figuran los dentistas como uno de
los grupos con mayor incidencia de suicidios. Es porque son seres alienados; no
te digo que lleguen a ser paranoicos (yo sí lo soy potencialmente), pero viven
tensionados con contracturas musculares, afecciones de columna por la postura
de trabajo, el oído arruinado por el chillido de la turbina, la vista
fatigada... Todo ello conduce a una neurosis prematura y a los cuarenta y cinco
o cincuenta años ya no los aguanta nadie y si no pregúntales a sus mujeres o
esposas.
¿Y los anuncios? Es de lo más ramplón y ridículo en
publicidad. Todavía ponen "extracciones sin dolor"; de hecho, si
existe anestesia, no hay por qué provocar dolor... ¡Elemental, mi querido
Watson! Más evidente que un empaste de amalgama en un incisivo central
superior. O éste: "Nueve de cada diez dentistas recomiendan chiclets sin
azúcar". ¡Es de preguntarse dónde mierda estudió el décimo!
Termino con una anécdota: Hace unos años en un
congreso internacional de trasplantes e implantes, se reunieron en Europa los
mejores especialistas. En un intermedio del mismo, un participante comentó la
casualidad de que el primer trasplante cardíaco se realizó en el cuerpo de un
dentista, el Dr. Barney Clark, que falleció al poco tiempo. El director del
simposio, luego de mirarlo un instante en silencio y seguramente acordándose de
aquellas primeras experiencias odontológicas, cuando le arreglaban los dientes
sin anestesia, para ir más rápido, le contestó: "No, no es que sea casualidad.
En la comunidad científica ya tenemos una progresión para los experimentos en
trasplantes de órganos: primero una rata, luego un chimpancé, después un
sacamuelas; el paso siguiente está a la vista: el trasplante a un ser
humano".
Les añado este artículo del Herald
Tribune, para que comprueben que no es nada antojadiza ni equivocada mi
"dentellada" crítica a los colegas descendientes de barberos y
aspirantes a jugadores de golf.
Escribe
Lawrence
Malkin
Especial del
Herald Tribune
para Ámbito
Financiero
París- John Maynard Keynes, el más influyente economista
de este siglo, dijo una vez que en su
utopía los miembros de su profesión serían como los dentistas: gente necesaria pero intrascendente. Con la llegada de
la administración Clinton es posible que la utopía de Keynes comience a tomar
cuerpo.
Su equipo económico está compuesto básicamente por abogados, banqueros y políticos, e
incluye a sólo dos economistas, Alice M.
Rivlin, directora de Presupuesto, y Laura
D'Andrea Tyson, jefa de asesores económicos. Pero sus designaciones pueden
interpretarse más como un gesto feminista que como una concesión al poder de
los "doctores de las monstruosa ciencia".
Y para terminar, decirles que el dentista solo tiene "clientes", no pacientes, como el peluquero o el callista. Juntar dinero es su única meta. Cuando los
"clientes" cierran los ojos en el sillón, ellos, aguja y espejo en
mano, hacen suya la boca entera: lengua, muelas, encías, amígdalas, saliva...
hasta llegar a los bolsillos y hacerse con el "botín" en un abrir y
cerrar de boca. La invitación al paciente a que se quite las gafas, pues “se
pueden salpicar”; con lo cual, éste no ve un carajo; equivale a cerrar los ojos
ante un torturador, con el riesgo implícito que conlleva el hecho de conocerlo
demasiado. Y la sala de espera, penosa... decorada con pésimo gusto como casi todas, con luces
mortecinas... y el silencio, denso silencio que se "corta" con alguna
tos o el hojear de revistas atrasadas. Si hubieran recapacitado... Y huido, así, de golpe, sin dar razones... Tendrían sus dientes... que como decía
Cervantes, los dientes son perlas, o algo así. ¡Ah, no! Ése era Gregorio
Barrios que cantaba ese bolero "Tus lágrimas son perlas que caen al
mar"... Habrá algún dia en que saldrán a la luz los damnificados por las
cagadas que les hicieron los dentistas, de la misma forma que las asociaciones
de victimas del terrorismo, madres de plaza de mayo, madres de menores violadas con desfiguración de clitoris,
hechos hoy en día comunes entre tantos depredadores vaginales.
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