BUSCANDO A DIOS
A TRAVÉS DE JULIO IGLESIAS
El “gran
pensador” Julio Iglesias inspiró una frase a los Cordobeses de la Mona Jiménez, refiriéndose a
los borrachos: “estás más chupado, que la
pinchila de Julio Iglesias”. Un día, Julio en una ráfaga de imaginación, le
escribió lo siguiente a uno de sus hijos que estaba disconforme con su vida: “Hijo, había una vez dos hombres que miraban desde los barrotes de una
prisión: uno veía barro; el otro, estrellas". Real como la vida misma.
Por mi parte: Yo me conformo; no tengo mujer modelo, ni me gusta la Preysler, ni tengo casa
mirando al mar… Poseo una hermosa vista de azules y verdes: son los contenedores de basura nuevos
que ha puesto el Ayuntamiento entre filas de coches apretujados y comadres que
agitan la lengua al compás del viento de turno. A parte, tengo hijos muy
buenos, nietos fantásticos y un amorcito color carmesí.
También me quedan algunos pocos ideales no realizados (mejor; si no, no
serían ideales). Y algunas deudas morales como las ganas de decirles "gracias en nombre de la poca cosa que somos
los hombres" a l@s misioner@s que se yerguen a puro estoicismo, piedad
y amor ante el degüello y el horror en África y otros lugares a los que la
divina providencia al parecer no los
proveerá nunca de divinas procedencias.
A esos religiosos no les basta con predicar la fe, practican la piedad
pragmática personal, que es más importante que la caridad colectiva de países,
son filantrópicas y reduccionistas expresiones de ayuda y socorro de un
cristianismo horizontalizado, más terreno que divino, en tanto las jerarquías
eclesiásticas “representan” con maestría actoral ser los verdaderos
representantes de Dios.
La caridad cristiana es la única dialéctica económica del Vaticano,
plasmada por los diferentes papas (santos
varones de cera y lamentaciones que aún tienen tiempo de susurrar encíclicas en
latín). El mejor Papa fue de ficción: Anthony Quinn, interpretando a San Pedro
en Las sandalias del pescador.
Regaló a los desposeídos el oro de la sede papal. El alto clero es santuario
fabricante de “okupas” de la
pordiosería del cristianismo, el mejor
reflejo de la injusticia social.
La dádiva bendecida es su plan
para sacar a la gente de la pobreza, ya que jamás tuvo un programa económico alternativo al capitalismo
salvaje, al liberalismo feroz, a los postulados marxistas (y eso que desde sus albores el marxismo apeló a los textos evangélicos
a pesar de su formulación atea), o a las socialesdemocracias con sus ya conocidos
socialismos descafeinados que pregonan el estado del “bienestar” sólo para unos
cuantos. Para Dostoyevsky, la caridad corrompe por igual al que da y al que
recibe; sólo incrementa la pobreza. Vemos, si no, la fórmula mágica de casi
todas las religiones: a los pobres hay
que prometerles un mundo mejor más allá de la muerte; de esa forma, dejarán de
aspirar a poseer bienes. Lo que nunca se animaron a decir, ya que siempre
fueron gente bien hablada y tampoco les hubieran permitido entrar en polémica,
ni San Lucas, ni San Mateo, ni San Filipo es esto: “Los hijos de puta gozarán en la Tierra del pan, la vid y la
concha de tu hermana. Los pelotudos gozarán en el cielo del reino del Señor”.
(Aclaremos que San Filipo, era un jugador de fútbol del equipo al cual es
adicto el actual Papa, que también se llama Francisco. Era peor que Maradona
como ser social…).
El clero siempre ha reclamado urgentes y eficaces medidas, pero no
propone ninguna. Es pendular: va hacia la
derecha o hacia la izquierda. Tanto critica a los mercaderes sin escrúpulos
de inmigrantes (Jesús no criticó, echó a los mercaderes del Templo) como
pretende significativas aportaciones a favor de los indigentes o de la infancia
abandonada, mientras todos rezan. Las Encíclicas que inspiraron a los Papas
(como, por ejemplo, la Mater et Magistra y la Popularum Progressio) fueron dignas de encomio. La Iglesia siempre quiere
estar presente, con dictadores o gobiernos de progreso social; juega al cambio
cuando la realidad la desborda. Todo se sintetiza en esta deducción: Para que uno se coma tres pollos, hacen
falta tres o cuatro que no se coman ni el cogote.
En medio de los naufragios macabros del Mediterráneo, los países ricos
se guarecen en un bote salvavidas flotando en un mar en el que los demás están
muertos de hambre. Si dejan subir a los millones de famélicos, el bote volcará
y todos se ahogarán. En el bote de los países ricos se dará el caso de que
mientras unos estén remando (los más) habrá otros que se coman el pescado (los
menos). Esto lo dijo un sobreviviente del Titanic; nadie con más propiedad que
él, porque cagó a unos cuantos con un remo para salvarse.

Como dije al principio, me
quedo con los curas y misioneros sin panfletos marxistas, aquellos que sus vidas
son de clausura en bosques y desiertos con paisajes de llaga y sangre, que
cubren sus dolores de familiares ausentes con urgencias de socorros
prioritarios; beneméritas santas sin permiso de Dios para actuar en el
infierno. Hice mucha amistad con hermanas, pues trabajé 40 años en el Hospital
de San Rafael, administrado por ellas…
Hermanas de blanca
frente,
inocencia
resignada y alma entregada
con pasión al
sufrimiento ajeno.
No les prometen el
cielo
y se olvidan de
amenazarlos con el infierno;
no hace falta,
pues lo viven en la Tierra
y ya saben que
antes de nacer
están condenados a
padecerlo.
El diablo nunca
anda entre pobres diablos.
Además, queda
descolocado prometerlo ahí,
en un cielo de
pájaros ahuyentados
y pestilentes
charcos
frente a las chozas
de barro,
presididas por un
buitre,
atento a las
llagas de los inocentes
Hay cosas más importantes,
acciones
evangélicas más eficaces:
curarlos, darles
de comer…
que ahí valen más
que las oraciones y plegarias
para estar en
gracia de Dios.
Antes que el
ruego,
vale más lavar una
herida.
Tal vez esto sea la verdadera
plegaria, sin hablarles de la entelequia del cielo. Son comunistas vocacionales,
que son mejores que los dogmáticos. Mirándolas tal vez Jesús pueda esbozar una
sonrisa de salvación en la
Cruz. Es a través de gente como ellos que los gobiernos del
primer mundo exculpan sus
conciencias en sus cíclicas inculpaciones
a gentes, ideas o intereses aislados.
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