MESSI, ANDÁ A LA CONCHA DE
TU MADRE.
MARADONA, SIGA CHUPANDO… LA
TENÉS BIEN ADENTRO
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¿Qué vas a ser mejor que yo, Messi? |
“Messi, andá a
la concha de tu madre”
“Maradona, siga
chupando… la tenés bien adentro”
Estas son las tarjetas de presentación en una competición de maleducados,
en un programa que vi esta medianoche, Punto pelota.
Como invitado especial, estaba el periodista argentino Martín
Liberman.
Una enardecida polémica, más bien grosera disputa, entre el
catalán Quim Domenech y el mencionado Liberman.
Una vez más comprobé, que a las antinomias futbolísticas no las
carga el diablo, las cargan los periodistas bastardos y rastreros. Lastimosos oligofrénicos.
El argentino teñido con el nacionalismo “Maradoniano” equiparaba
la trayectoria del “Dios” de los 80’
esgrimiendo la bandera de subido tono nacionalista. Y así se invocaban causas
sagradas, la fe de los cruzados, la épica del Cid Campeador o la “Epopeya
Sanmartiniana” o “Cheguevarista”, da igual…
El catalán en la trinchera opuesta, enaltecía al Rosarino que en
muchos partidos trascendentes se diluía como un azucarillo, con la vista
clavada en el piso. Y mencionaba al “petitó” como lo mejor de la historia del fútbol.
Maradona, claro, tiene más gancho; es
la leyenda del indomable. Con mirada desafiante, de morocho atrevido, orillero
y marginal. Que cantando el himno en el mundial de Italia, lanzó un “hijo de puta”.
Messi en cambio nunca canta el
himno, siempre cabizbajo, como mirando desde debajo de la mesa. Parece el niño
del tambor de hojalata o el Marcelino Pan y Vino.
Maradona es Eros y Tanato. Ya va como
por la quinta resurrección. Es un juguete roto en manos de la droga y la prostitución.
Pero a pesar de su opulenta vida, ya se le voló del hombro la mariposilla de la
suerte. Posiblemente la culpa lo convertirá en el escarabajo de Kafka y lo
enviará de un patadón al subsuelo espiritual de la gente deplorable.
Messi es un ridículo artilugio articulado
por Dolce y Gabbana. El “petitó” siempre pide permiso.

Pero Messi, al
someterse a los rayos X, se descubrió que tenía la pelota pegada al pie.
A Maradona lo echaron
merecidamente por inconducta de él y de su pandilla cuando estaba en el Barça.
A Messi es inconcebible
que lo echaran del Barça. Sería como derribar la Sagrada Familia.
Aunque también se cuenta de un locutor que perdió la voz al leer un
libro. Los periodistas se pelean por una primicia antes que por una idea. Vi a
muchos dejar el bagaje cultural en el perchero al entrar en el locutorio, por
miedo a ser sospechosos de talento o portadores de ideología transgresora.
Hasta yo mismo fui un intruso en el mundo de las comunicaciones como
periodista deportivo, oficio que, en la mayoría de los casos, consiste en
hablar mucho y rápido sobre cosas que uno no entiende, sentados en inalterables
lugares comunes, repartir con retórica dos ideas en veinte frases diferentes y
picotear un poco de todo sin saber profundamente de nada., esto para el
periodista en general.
Los relatores, por ejemplo, no respetan las pausas al hablar; deben
creer que la “coma” va asociada a “beba”, mordiendo las consonantes y alargando
las vocales hasta el lunes después del partido, sobre todo la del “gooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooool”.
Poseen el don del habla, pero no de la articulación de la palabra. Son la
gesta, el vitalismo microfónico que desborda arrasando las reglas gramaticales
y la moderación. La radio es un medio donde generalmente se paga mal la
inteligencia y en el que la idiocia con voz galana tiene, al menos, el premio
de la aceptación tácita mientras no le admire nadie; ese matiz exterior siempre
se impone a los contenidos.
¿A quién carajo se le ocurrió esto de los directores técnicos?. Primero
porque durante los noventa minutos del partido no dirigen una mierda; sólo
gritan al costado de la cancha. Y de
técnicos nada, porque no juegan, ni utilizan el instrumento con el que
se juegan. ¡Y las jugadas no se pueden repetir!. A lo sumo pueden hablar antes
y después de los partidos, en lo que se ha dado en llamar, pomposamente,
conferencias de prensa, donde hacen con las palabras todo lo que su absoluta
carencia de imaginación les dicta, que consiste en que veinte o treinta idiotas
etiquetados como periodistas les pregunten bobadas al estilo de “¿...es justo el resultado...?” o “¿...porqué cambio a fulano...?”. Pongamos un
director de cine, que repite encuadres, escenas, gestos, paisajes hasta la
extenuación, y así lograr el efecto más conmovedor. Pero nadie le patea las
cámaras, ni intentan arrebatarle el guión.
Un servidor hacía lo que podía... que en realidad era no saber lo que
hacía. Llegué puro a la radio, pero de verdad ¿Cómo iba a moderar mis impulsos
entre semejante mosaico de insanos mentales? Los jugadores con frecuentes caídas maníaco-depresivas, los dirigentes en la esquizofrenia (ahora
se duchan con traje en los camarines junto a los jugadores cuando ganan), los hinchas en la paranoia hipnóticamente
arrastrados a cumplir un oscuro mandato de depredación y crimen, y los directores técnicos con poses de
bravucón orillero, por más traje y corbata de seda italiana que se pongan. ¡Y
los árbitros que se aprenden el
reglamento para que se acuerden de sus seres más queridos! Me figuro que
quedaría más elegante que en vez de tirarle el “Hijo de puta” de rigor les
dijeran: “Me cago en la suegra de la mujer de tu hermano” (su mamá). Los
hombres de negro son “blanco” de la negritud más procaz de los hinchas,
verdaderos enfermos mentales. Sus broncas, postergaciones, iniquidades, que no
pueden descargar contra el diputado a quien votaron o contra el jefe. El
árbitro es un desprotegido, una autoridad que sólo sanciona con un pito sin que
a nadie le importe un pito si peligra su integridad física, porque está
limitado: no tiene ni el derecho para juzgar o sancionar al público ni siquiera
denunciar una invasión de campo, su pequeña parcela de poder que dura noventa
minutos, por la eterna contradicción entre el derecho deportivo y la justicia
ordinaria. Es el destinatario de la impunidad ante la pedrada o el botellazo
casi siempre anónimo. Además, apriorísticamente, tanto el aficionado como los
medios de comunicación, siempre ponen en duda la honorabilidad de este
vilipendiado ciudadano.
Y alguno de mis colegas, que creían que el tensor de la fascia lata es un calzoncillo suspensor
tipo Casi o Abanderado, o que existe de verdad el ligamento naso-rotuliano, que
yo adjudicaba a los jugadores que agachaban la cabeza al entrar en el área con
la pelota. Por eso a veces prefería divertirme, preguntando tonterías con
pretensión de desacralizar el afectado mundillo del fútbol, como esa vez que le
pregunté a un delantero de Belgrano sobre a quién es más fácil engañar, a un
defensor como Aguirre Suárez o a su mujer. Insanos mentales cuya verdadera
especialidad, hicieran lo que hicieran, era no servir para nada, en función de
una comunidad “civilizada”. Yo no era serio; es más: no sé cómo se traduce eso
de la “seriedad” en el fútbol. Así se escucha por doquier: “Jugaron seriamente”, o “Se trata de un equipo serio”, si en este
deporte, creo, la mayor seriedad proviene del juego mismo, de la alegría de
jugar. En la misma contradicción incurren algunos que dicen: “Jugaron concentrados”, o “Hizo falta concentración”. Y la última
joyita lingüística del ex - jugador merengue Michel metido ahora de técnico: “Remató
con intención” o “la ocasión fue
muy intencionada”. Es de preguntarle: ¿Con
qué intención? ¿Buena o mala? ¿Intención de qué? ¿De dar un pase o meter un
gol? ¿O de sacarle la cabeza a uno que forma la barrera?. Como aquel argentino que supo jugar en el
fútbol español llamado Scotta, el shoteador más fulminante que pasó por la piel
del toro, tenebroso homicida con pelota parada, quien se podía dar el lujo de
apuntar a la portería, la cabeza, el plexo solar y si el que estaba en la barrera no bajaba la
cérvis, podía reventarle el hioides o juntárselo con las cervicales.
En el ajedrez sí que es necesaria la seriedad; el fútbol, por el
contrario, es fenómeno de dispersión de energías, de distracción, de engañifa
de pelota y cuerpo en espontaneidad creadora. Como tal, en cualquier orden (y
para que sea eficaz), consiste en ser útil; puede ser más serio un artista
cómico que un magistrado de la
Nación. En radio, al igual que en el fútbol, más que las
ideas valen las ocurrencias y lo más fácil es vender lo malo.
Fantástico, ácido y con el sello inconfundible de tu seriedad profesional. Un lujo de reflexión de todo tipo. Lo comparto para todos los colegas. Gran abrazo, te llamo pronto.
ResponderEliminarBuenísimo. Provocador. Totalmente necesario para la autocrítica de los que creen que están haciendo un buen periodismo.
ResponderEliminarCompartiré los comentarios que me han dejado aldifundirlo en Facebook:
ResponderEliminar- Hugo Scalzo: Excelente exquisito un maestro como siempre grande Negro
- Carlos Zimerman: Que nota!! Me la leen, no me dicen quien la escribió y a los dos minutos digo: Josecito El Negrito , José Ademan Rodríguez, INCONFUNDIBLE, por lo ácido y deliciosa . UN PLACER!!!
- Carlos Hairabedian: Grande Josecito!! INIGUALABLE
- Silvio Ruben Martinez Giustozzi: grande negro,,,,siempre dando la talla sobradamente,,,un lujo leerte,,,
- Daniel Gentile: Un Ademan auténtico e inspirado. En estado de gracia.