Doña Cipriana:
Tal vez no me recuerde…
Soy uno de los tantos estómagos
agradecidos de Sant Andreu,
Haga memoria…,
Ya hace más de treinta años del
punto de partida.
Todo empezó con un bar, de
bocatas y carajillos,
y en medio de cocidos y
lentejas,
usted servía torradas doradas
con caricias de tomate
y barniz de ajos con toques de
oliva virgen,
para regocijo de los obreros.
Esos que levantaron el progreso
de Catalunya,
héroes anónimos de cabellos
oxidados y manos percudidas.
Como una alquimista, mezcló
sabores y olores,
hasta encontrar la salsa
prodigiosa,
ese mágico ungüento con que bañó
sus famosos conejos al ajillo.
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(Combinado Marín) |
¡Mire señora!, si Cristo
multiplicó los panes y los peces
Usted multiplicó los libros
escolares y las croquetas caseras y el arroz con leche
y… cuántas cosas más,
para alimentar a sus cinco
hijos.
No le fue fácil la vida
Cipriana…
se me ocurre que antes de jugar
a muñecas,
ya sabía el oficio de las
cacerolas,
y la importancia de comer como en
casa.
Más tarde los cinco crecieron
y fueron encajando en perfecta armonía
como los gajos de una mandarina
entre las mesas y la cocina.
Aún están sus pasos, la huella
de su legado,
la importancia genética:
“de la mar el mero,
de la tierra el cordero,
y del Marín el Baldomero
el eximio cocinero.”
En la actualidad, Marín es un
emblema culinario,
·
Fiesta de paladares exigentes
·
Tradición que se cuenta a través de los abuelos
·
Alternativa cultural de viejo fogón,
frente a los artículos del
soplete y el hidrógeno
Ha llovido mucho…, el aire
huele a lavanda
y hay alboroto de gorriones
como tantas veces, la veré
caminar
absorbiendo todo el paisaje…
Va y viene, cuando va, va y va
también cuando vuelve,
porque fue una adelantada.
Pero siempre regresará
en la memoria de quienes la
conocimos;
cada vez que usted pasa frente
a la Iglesia
Dios que no usa sombrero
se quita el sombrero para
saludarla.
¡Ah! Y gracias por existir,
Doña Ciprina.
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Mariscada Marín |
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