jueves, 13 de octubre de 2016

TURISMO EN RÍO CUARTO


TURISMO EN RÍO CUARTO


Esto de identidad, cultura y turismo es la tríada que se vende en todo el mundo occidental. Río Cuarto parece ser que está en eso... Entre nosotros, ¿A quien mierda le puede importar el hecho "cultural" de que al Río Cuarto los indios le llamaban Chocancharava (denominación que están intentando reimplantar), o visitar el lago Dalcar (¿a qué? ¿a tomar mate o comer asado?), o hacer excursiones (¿a dónde? ¿al aeroclub y su aeródromo Los Ranqueles y a sus "magníficas instalaciones" como reza una guía turística local?)?

¿A quién carajo le puede importar conocer el Museo Histórico Regional? (una construcción colonial que en el siglo pasado fue asiento de la comandancia sur en la época de la siniestra campaña del desierto, encabezada por Julio Argentino Roca, donde todo huele a exterminio salvaje de nativos). ¿A ese museo-vergüenza histórica enviarán a los turistas?, donde vivió otro genocida de ranqueles, el general Ignacio Fotheringham (encima nacido en Inglaterra, educado en Inglaterra y Bélgica). ¿Qué simbología cultural de carácter regional puede entrañar la figura de este obsecuente inspector de armas, para que nuestro legado se atesore en la casa donde él vivió? 

Toda esa tenebrosa gentuza de corte sado-turístico-histórico es la causa de que sea, el nuestro, un país desertizado e infecundo. 

¡Falta que eternicen con un busto a Miguel Ángel Zavala Ortiz!, otro personajete políticoide/paramilitar de Río Cuarto que ayudó a sembrar de cadáveres civiles la Plaza de Mayo en junio del '55, cuando el bombardeo aéreo cuyo objetivo era Perón. Demostró una vez más lo irrefutable: que los argentinos somos expertos  en eso de matarnos entre nosotros

Por eso miren... ¿qué hacer en Río Cuarto? ¿Salir un poco más allá y recorrer 55 km. al Noroeste de la ciudad a ver el Cerro Inti-Huasi, un cerro solitario en medio de Alpa Corral y Achiras?; la verdad, de no ser un arqueólogo, pero "muy" arqueólogo, no sé quién puede ser el audaz que se atreva (y si no, pregunten a los riocuartenses; ya verán que deben ser escasas las personas que lo conocen).


Es que no da para más, si al fin y al cabo, el interés cultural es estrechísimo, pues Río Cuarto limita al Norte con Talleres, Belgrano y la Mona Giménez (¡el hito histórico más importante, cual principio cosmológico de Córdoba!; la era premonista se reducía a lo territorial y la postmonista expande el cuarteto internacionalmente); al Sur, con el tango Corazón al Sur; al Oeste, con la difunta Correa y Sampacho; y al Este, con el Sol del 25, que todavía viene asomando. Me hace acordar al plano de Buenos Aires de nuestros libros escolares, que parece trazado por un tipo en pedo; tan irreal en su orientación que no cumple ni con la Rosa de los Vientos: se esquematiza con el Oeste arriba y el Norte a la derecha.


Y para los caminantes: cruzar el puente y contemplar el río; un río de 50 m. que se divide y se une en una tupida red de cursos de agua. En mi niñez se me figuraba sin curso, parecía ir hacia ningún lado. Pero mis ojos todavía no educados en contemplaciones se perdían allá en el puente negro del ferrocarril... Difícil distinguir el agua de la arena; más bien eran aguas estancadas con tabiques de arena, inservibles para nadar, sólo chapotear y revolcarse. Parecía un plexo plateado, como grandes trozos de mica, o un archipiélago con islotes que, mirados al cruzar el puente, conformaban un inmenso desierto hídrico. No hay susurros de agua en la ribera de los sauces del Río Cuarto. Parece un murmullo dormido ¡Qué desencanto mi río! ¡Qué postración flotante! Inanimada anastomosis de charcos, semejaba una laxitud de cristal, como se vería en el microscópio un preparado de histología... Nadie lo asociaría con algún torrente de inundación ni con eso de "Cuando el río suena...". En una ocasión se desbordó su lecho, hace muchos años. Desde aquel entonces se puso a tomar sol, y varias generaciones se bañan en la misma agua, parece la contracara del Nilo, en su quietismo está como petrificado el futuro; pues el curso de los ríos es el progreso, igual que el de los ferrocarriles. Mi Río Cuarto no corre, es un inmenso e imperturbable ojo líquido que solo te mira. 

Para los niños, el río era toda una aventura, el transitar por ese puente... sin pasaporte ni maletas; era como si fuera a otro mundo, el del Parque Sarmiento. Antes de llegar al extremo del puente que da a banda norte y sobre la derecha está todavía algo que quizá estará siempre: el rancherío de enfrente. En la vida hay un contrario, pero para mal; y lógico, no tienen la exhuberante vegetación de la otra orilla a la que denominan Parque Paseo Sobremonte, con sus balnearios, El Mogote y Playa Bonita; las orillas de los pobres no tienen denominaciones. Ahí los pobres se ponen muy negros en verano, para ser su propia sombra cuando venga el invierno. Aquí es donde Río Cuarto se muestra como lo que es, una ciudad clasista y discriminatoria, en la que muestra palmariamente las dos delincuencias, la de arriba y la de abajo, que son cada vez más diferenciadas, gracias a los Alsogaray, Cavallo, etc., que ésos ni fueron ni iran nunca a la cárcel, porque sus delitos son "estéticos" o cleptocráticos, a diferencia de esa otra delincuencia que germina en los ranchos: la que lleva "roña" en las uñas y tiene forma de residuo social. Tal vez ellos saben que sus covachas son viveros de futura criminalidad, porque también saben que viven en un país donde la riqueza no se acumula por trabajo, sino por poder, usurpación, fraude, cohecho, especulación... País de la delincuencia de políticos, funcionarios, sindicalistas; que es delincuencia fina, indolente y flemática. Sólo unos pocos a veces visitan la cárcel, pero para eso tienen dinero y está la "fianza", que con ellos no se pueden cometer "descortesías procesales". Y salen cuando menos se lo piensa un juez porque tienen taquicardia o depresión, como ocurre con los mafiosos gallegos en España, y con los políticos del PP y de CiU en Cataluña, mientras les hacen creer a la gente que representan a la Derecha o a la Izquierda y son todos iguales, albergan los mismos glóbulos de tramposos. Es más valioso apostar por la salvación de un culpable con mucho dinero que sentenciar a un inocente (leiv motiv de la justicia democrática). 

Los de los ranchos son "presuntos culpables" y ellos, "presuntos inocentes"... ¡Como me jode esto de la presunción!, si a un tipo lo detiene la policía por achurar a un paisano debe ser porque es sospechoso o presunto culpable, después si encajan las pruebas ante el juez, perfecto, pero mientras tanto por algo lo han detenido, no creo que los de la policia lo detengan al pedo. Miren si yo al levantarme a la mañana me digo “hoy me levanté con presunto dolor de cabeza; debe ser cierto, porque estoy presuntamente ojeroso, es que ayer me puse presuntamente ebrio; además me pica la piel por una secuela del presunto Herpes Zoster que me diagnosticó el médico en el último viaje a Córdoba”; o a una mina con un bombo de medio metro parecida a Upa  vamos a decir que está presuntamente preñada...


Me quedo con los primeros,  estos presuntos culpables, pues aprendí a diferenciar, prematuramente, el barro de la mierda. En la cárcel, el bueno sale malo y el que es malo sale peor. Es que “es de cajón”, ¿cómo vas a curar a un tipo con el mismo veneno?. A un loco lo ponen en el Manicomio. ¿Rodeado de locos, cuándo se va a curar?. Es como poner en caldo de cultivo gérmenes patógenos!. La reinserción basada en la reeducación es más utópica que imaginar a Carlos Marx con una pala en la mina. A principios del siglo XX, un tano en prisión hacía ganzúas para delincuentes que iban de visita a la cárcel. ¿Y consumo de droga? En fin... este será otro tema que hablaré en otra futura publicación.

Aunque todo sigue igual, recuerdo que ya pasada las casuchas de la "otra" orilla del río, nos escaminábamos por la avenida Marcelo T. de Alvar hacia el parque, con sus diez hectáreas arboladas. Y el trencito aquel que recorría como mil metros de vía por la parte norte; y el lago artificial, donde navegaba la gente en botes; y el rosedal... El parque Sarmiento (creo que fue inaugurado en 1923) tenía para mí la atracción de las manzanas cubiertas de rojo caramelo "abrillantado" y el algodón de azúcar. En medio del verde había un área de mosaicos presidida por un escenario donde se efectuaban festivales en el verano, y actuaba "Sandrinito", el Negro Zabala, los hermanos Frutero y Etelvina Arias. Las sirvientas con los colimbas en los bancos, apretaditos, tiesos, como si tuvieran frío; más que estar calientes por la "franela, bien apretaditos y tiesos como si estuvieran posando para una foto del "Alma que canta", cual si todo su sex appeal consistiera en estar como paralelepípedos en formol.


Ahora, voy al parque a hacer footing, para que no se me haga pesada la vejez. Todos los años viene el otoño dispuesto a llevarse las mejores flores de nuestra existencia, cosa irreversible en los seres humanos. No ocurre así con el parque, que siempre se renueva en cada primavera, más allá de los fracasos celulares de las personas. Pero no es lo mismo... Ya no tiene la sonoridad de la risa infantil; al escenario ni siquiera lo adecentan para que se animen los artistas. El trencito en miniatura ya no surca los rieles, porque a las vías las cubren los hierbajos (parece le sucedió lo mismo que a los trenes de verdad en todo el país) y faltan las manzanas de rojo púrpura... Queda lo perenne, conserva el alma del verde. Pero, no sé... es diferente, como si le faltaran uno o dos colores al espectro y se dice que a veces el paisaje se crea con los ojos...Metaforas para conformarnos. Eso si, mucho quilombo, fanfarria, ruido, masificación... todo montado para la juventud, a través de las discotecas... Donde está Satanás, lleno de sobrecitos con cocaína y vasitos de chupito.

(Escultura de Líbero Pierini, padre del Petiso Pierini, gran jugador de Estudiantes)
Y antes del Puente, mi Club favorito de niño, El Estudiantes... Donde jugué al fútbol hasta la cuarta división, en el año '56. El Club Estudiantes, ahí está siempre al lado de la rotonda y obligándonos a mirarlo, la estátua de San Martín, señalando con el dedo índice, como ordenando la barrera antes de un tiro libre del pibe Sisalli, desde arriba, en su monumento soberbio, con su caballo blanco de ficción (falsedad histórica), pues hubiese sido una ignominia para el inflamado orgullo castrense argentino, de formación alemana, ponerlo arriba de alguna mula puntana, que el Gran Libertador montara en Mendoza, Chile o Perú como en realidad ocurrió. Los norteamericanos tampoco levantarían un monumento a Franklin Delano Roosevelt (uno de sus más queridos presidentes) postrado en silla de ruedas, ya que era parapléjico. De ahí deduzco que jamás un discapacitado físico podría ser presidente tanto en el Norte como en el Sur de América. Peligro grande para la humanidad del próximo milenio… Los presidentes pueden tener el físico de Stallone y la mente de Ana Obregón (que tiene muchos títulos, pero es analfabeta funcional). 

Continuando con nuestro libertador, seguro nos lleva en su corazón y nos desea triunfos en la vida; está en nuestro subconsciente infantil, de cuando, sin querer, creíamos en los héroes con sable y caballito, como él, o con colt y cartuchera, como el Durango Kid, aquel justiciero del Far-West con caballo blanco que vestía de negro en las noches de los miércoles en el cine-teatro municipal, donde se daban películas “de combois” en episodios, que prolongábamos a la salida. Siempre el muchachito acribillaba al malo, que se contorsionaba agarrado a la reja de la escuela Normal, a una cuadra del cine. “Kggg-kggg. Cagaste, bandido”, sonaban los disparos, muy diferentes al “bang-bang” de las historietas. ¿Cómo olvidarnos de Lee van Cleef, el malo por excelencia, que para matar poseía la frialdad a punto de 6º (como los buenos vinos blancos)?. Y no nos asustaban aún los vampiros de la Transilvania, ni la voz de Narciso Ibáñez Menta, sino que era la mirada de Nathan Pinzón (un buenazo) la que poblaba nuestras pesadillas. De cuando creíamos que Dios te ayudaba más, la maestra era como la segunda madre (no le hacía falta ninguna bonificación por presentismo como ahora) y la luna en cuarto creciente era una pestaña suspendida en el firmamento. Tomábamos Toddy porque queríamos ser tarzanitos; soñábamos con hacer un gol como el Turco Miguel, que se gambeteaba hasta los postes y los canas, cuando los jugadores de fútbol decían por radio con voz engolada: “Un saludo a mi vieja que me está escuchando”. La cancha de River era la herradura monumental, y una familia debía ser como los Pérez García de la radio, fiel compañera, grande como una catedral, con el ojo verde arriba que guiñaba cuando se cambiaba el dial. Había más sentido poético: nunca nos olvidamos del color de los ojos de la primera novia, ni del árbol donde meábamos antes de entrar en casa. Los novios tenían el bigote como Jorge Negrete. Y tristes quedaban las esquinas del barrio cuando a la calesita la trasladaban dejando el círculo pelado para algazara de los gatos y el vecino de al lado, seguramente harto de escuchar a Julio Jaramillo y Alberto Echagüe, aquel cantor de D’Arienzo.


En fin, para concluir, el mejor turismo en Río Cuarto es contemplar a sus mujeres y comer ricos asados en el Arroyo Santa Catalina Holmberg. 



2 comentarios:

  1. Así has mirado vos a Río IV, y para mí no es que sea muy distinto (de hecho el lugar es el mismo) solo que mis recuerdos hacen que la "mirada" sea un tanto distinta... mi primer beso con mi esposo fue en el parque Sarmiento a orillas de ese lago, para darte un ejemplo, en ese río pasé mis mejores festejos del día del estudiante de mi adolescencia, en mi niñez cruzar el puente hacia Banda Norte era aventurarme como si transitara la muralla china... Otro de mis paseos preferidos era ir al Palacio Municipal, meter la mano en la boca del león y "sentir" que en verdad corría peligro de perderla, o subir esas majestuosas escaleras hasta el archivo histórico en la planta alta y que me invadiera el olor a libros... Quizás lo mejor que tiene Río IV para ofrecer al turista es una amplia y variada gastronomía, suntuosos espacios para pasar una noche entre amigos, música, diferentes tonadas provincianas y algunos tragos, algunas puestas artísticas que se van consolidando como parte de nuestro patrimonio cultural local. Pero sin duda su "belleza" y su propuesta es netamente SOCIAL, de hecho quien deja Río IV extraña su "vida social", la ciudad de Córdoba puede parecérsele un poco en esto, pero acá la ventaja (o la desventaja según se lo juzgue) es que siempre te cruzás con alguna cara conocida y eso, tan simple, te hace sentir como en pueblo grande. Y de la oferta serrana, a mi gusto, Alpa Corral se lleva todo mi amor... aún con los desmontes, aún con tanto tránsito de vehículos, aún con tantas casas, aún así, sigue siendo el mejor río para veranear en familia... Un gusto leerte como siempre, y saludos!!!

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  2. Así has mirado vos a Río IV, y para mí no es que sea muy distinto (de hecho el lugar es el mismo) solo que mis recuerdos hacen que la "mirada" sea un tanto distinta... mi primer beso con mi esposo fue en el parque Sarmiento a orillas de ese lago, para darte un ejemplo, en ese río pasé mis mejores festejos del día del estudiante de mi adolescencia, en mi niñez cruzar el puente hacia Banda Norte era aventurarme como si transitara la muralla china... Otro de mis paseos preferidos era ir al Palacio Municipal, meter la mano en la boca del león y "sentir" que en verdad corría peligro de perderla, o subir esas majestuosas escaleras hasta el archivo histórico en la planta alta y que me invadiera el olor a libros... Quizás lo mejor que tiene Río IV para ofrecer al turista es una amplia y variada gastronomía, suntuosos espacios para pasar una noche entre amigos, música, diferentes tonadas provincianas y algunos tragos, algunas puestas artísticas que se van consolidando como parte de nuestro patrimonio cultural local. Pero sin duda su "belleza" y su propuesta es netamente SOCIAL, de hecho quien deja Río IV extraña su "vida social", la ciudad de Córdoba puede parecérsele un poco en esto, pero acá la ventaja (o la desventaja según se lo juzgue) es que siempre te cruzás con alguna cara conocida y eso, tan simple, te hace sentir como en pueblo grande. Y de la oferta serrana, a mi gusto, Alpa Corral se lleva todo mi amor... aún con los desmontes, aún con tanto tránsito de vehículos, aún con tantas casas, aún así, sigue siendo el mejor río para veranear en familia... Un gusto leerte como siempre, y saludos!!!

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