EL BANCO
"Piérdaselo en el culo"
Cuando en los '70, con mi título en la mano, fui a pedir
crédito a un banco para adquirir un sillón dental, no me dieron ni para una
tostadora...
De
golpe comprendí que con el diploma no se come, te puede permitir comer.
Comprobé que tienes que tener bienes para pedir u ofrecer algo, o para solicitar
tanto. Si pides para jamón serrano, tienes que tener al menos mortadela, pero
mejor con la garantía de propiedades.
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Chirolita y Mister Chapman |
Ya al entrar a una entidad financiera es como si te
estuvieran despidiendo. Siempre se espera la frase de remate: “Ademan, consígame
el avalador. Por cualquier cosa, déjeme su
teléfono” (este otario tendría que haberme pedido el
teléfono, ya que jamás tuve uno en Argentina). Previamente, te hacían sentar en
sofás enormes, donde te hundías hasta las orejas (con lo cual te empequeñecen
aún más). Yo parecía Chirolita y el gerente Mister Chapman.
Pensé que los banqueros, en vez de la “víscera boba”,
tenían una Whestinghouse dentro del pecho. Entonces me dije: “Laburo como un
burro al punto de que me he convertido en un adicto al trabajo. ¿Y qué? ¿Qué
gané?”. En radio tenía un trabajo constante pero poco sonante (no me
refiero a la voz). Saqué en conclusión que se me iba acabando el tiempo sin
darme cuenta y que los propósitos no retornan si no se cumplen, se agotan, van
a parar al sumidero de las frustraciones personales. Y todo lo que se puede
arreglar con dinero no conlleva problema.
Caí
en la cuenta de que el verbo "merecer" se conjuga en primera persona
sólo para ciertos clientes, que los créditos únicamente se conceden a quienes
no los necesitan y que hay que pedir mucho, pues si debes 10.000 por mes el
problema es para uno y si debes 100.000 el problema es para el banco.
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Pase Señorita Díaz.. |
Me arrepentí sobremanera de no clavarle al gerente el
cortapapel que reposaba sobre el grueso cristal de la mesa, ¡verde me puse! ¡Hasta el sobaco se me puso verde
de la bronca!. ¡Y encima impaciente, el muy hijo de puta, porque siempre
después de tipos pelagatos como yo, por rara fatalidad, le toca el turno a una
yegua que da vértigo , es entonces cuando el gerente grita imperativo al
de la centralita: ¡Pérez, no me pases más
llamadas! o a algún vividor
acomodado con todos los requisitos en orden, ¡como suelen tenerlos los
delincuentes, pícaros y estafadores que se burlan de la ley! Acerté: no
fui presa de ningún préstamo, que siempre fueron usura legalizada. Gracias
Discepolín por aquello de: “Hacete a un lao, que a nadie importa si naciste
honrao”.
Comencé a leer con avidez unos tratados sobre la moral
aplicada a la promesa y el arte de esperar, ya que esperar era el mejor medio
empleado por los pesquisas para localizar el dato. ¿Para qué? A las primeras
páginas me di cuenta de que la necesidad tiene una letra, pero la promesa no
tiene música. ¡Pobre boludo! Creía que los créditos se distribuían por orden
alfabético y que los bancos eran las casas de los buenos espíritus. “El
curso más barato de seguir es el de los acontecimientos”, me dije. Sentí la
impotencia del pedigüeño para decir a bocajarro: “Piérdaselo en el culo”.
Y que no me vengan con el versito ese de que la patria es la infancia, la
banderita, el arrorró, los primeros olores, etc. etc. Al retirarme, crucé la
calle y me atropelló el vacío de una existencia trunca... Peor no podía ser,
solo me faltaba encender un cigarrillo del revés o caerme para atrás y
quebrarme la pinchila.
Suerte que al poco tiempo, opté por irme del País... y
además comprendí de golpe que patria, para el inmigrante, es el lugar donde
están enterrados los padres o donde a uno lo tratan mejor y le permiten que los
hijos puedan comer dignamente, más allá del suelo que cobijó el parto de
nuestras madres... Pero no se trata sólo de lo material.
A mi país le presté muchas ilusiones; jamás me las
devolvió. Tarde aprendí que en las profesiones de cada uno hay que cotizarse
bien; si a la gente le cobras poco, en lugar de agradecerte se creen que sos un
novato, un mecánico dental o que has estudiado por correspondencia; si se les
llega a caer un postizo al comer un turrón en navidad, encima de no haberte
pagado se cagará en todos tus muertos.
Es más, si les choreás bien, ganas en prestigio y te
respetarán más; será por el famoso dicho que reza “si es caro es bueno”.
Había compañeros de facultad cuya única riqueza era el
Diploma Universitario, pero ni siquiera podían colgarlo: no tenían dónde.
"Váyase Negrito", me dijo cierta
noche Don Cruz, mi mecánico dentista, con voz queda y sabia. "¿Usted no
sabe que la suerte nos llama una sola vez en la vida? Váyase a España, que
aquí, con su fama de bohemio, terminará siendo un dentista de las 3 P:
atenderá sólo a parientes, putas y pobres. Y en la radio donde trabaja
lo tienen como un loquito de los que tiran el maní y se comen la cáscara".
Según mis amigotes, hacía derroche de un floreo, un decir y unos puntos de
vista ciertamente calamitosos. Soy el único a quien en la radio le dieron las
gracias por no hablar más. Y yo, a la vez, agradecido por quedar exento de
responsabilidades penales.
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Don Cruz (mi mecánico y amigo), Zulema, Sol, Dr. Deza y yo |
Aprendí a hablar durante una o dos horas sin argumentar
nada en concreto, con lo cual fui un maestro en eso de formular una pregunta y
responderla yo mismo; en tanto conseguí el título de dentista por cansancio y
no me dieron el crédito en el Banco...
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