LA CRUELDAD DE LOS CHISTES DE GALLEGOS
Cómo va a ser carne de humor una gente que venía del hambre, de epidemias de hambre, de la guerra, traían sólo la impronta del trabajo en el campo, el sonido de las campanas de las aldeas mezcladas con muñeiras y la melancolía del mar y sus barcos pesqueros. ¿Y eso es carne de humor para nosotros o motivo de risotadas grasientas de vino y chinchulín en nuestras peñas folklóricas?
Se escuchan los reconsabidos chistes
de alcantarilla:
¿Saben que es un gallego acostado en una carretera? Un lomo
de burro! Ja, ja, ja...
¿Y que hizó un gallego para congelar la imagen? ¡Puso
cubitos arriba del televisor! Ja, ja, ja....
¿Por qué plantaron ajo los gallegos al lado de la carretera? Para mejorar la circulación Ja, ja, ja...
A esos "gallegos" jamás les molestó estos recursos de analfabetos; hasta se reían con nosotros, aplaudían nuestro "ingenio", sobre
todo el del Cordobés para contarlos. Y eso que, en el fondo, les estamos
diciendo que son como minusválidos de pensamiento.
Les escribo una pequeña lista de lo que se atrevieron a
hacer en nuestro país estos “burros”:
- Las escuelas agronómicas, bajo la
presidencia de Sarmiento
- La asistencia pública de Buenos Aires y la casa de
expósitos
- La primera fábrica de papel y la primera de tejidos
- El puerto de
Concepción y el de Rosario (hablando de Rosario, me acuerdo que algunos hinchas
de Talleres hacían asados en el parque Independencia, quemando el césped cuando
su equipo enfrentaba a N.O. Boys)
- La Sociedad Española de Socorros Mutuos por
toda la nación
- El Cuerpo de Bomberos, Colonias en Santa Fe
- El canal Zabala en
Uruguay
- La Escuela Naval
- El Centro Lucense (club modelo en organización) y que batía récords de recaudación en los bailes de Carnaval
- Salvador Gómez fundó el Banco Nacional
- Fueron los primeros que curtieron con
tanino en nuestro país
- Inventaron el radio-teatro, sobre todo el gauchesco
- El costillar en la vidriera asándose que hay en la calle Lavalle de Buenos Aires
(tuvo émulos en todo el mundo)

Por empezar, reconozco que el
gallego, sobretodo el campesino, suele ser tosco, tenaz y obscecado.
Pero en cuanto a conociemientos generales para vivir la vida son años
luz superiores a los argentinos. Hay un dicho que si encuentras a un
gallego en una escalera, no sabés si sube o baja. Sin ir más lejos, los
gallegos hablan tres idiomas, el suyo
propio, el portugués (por País fronterizo) y el castellano.

Antes, en casi todos los casos, emigraban los fuertes
de cuerpo y espíritu, los que no arrugaban, los que estaban dispuestos a
tutearse con la úlcera y el suicidio. Antaño emigrar era verse obligado a
sobrevivir, a pasar necesidades, que eso marca tu valor como persona en la
templanza. Estaban en desventaja, como el que sale de la cárcel. Antes uno se
iba para siempre. Y también existía el verdadero dolor de los abuelos que no podían comunicarse con
los nietos, por distancia y bolsillos flacos.
Era bastante difundido el dicho aquel de que Buenos Aires
conformaba la quinta provincia gallega (por la cantidad de galaicos). Claro,
¿cómo no va estar fuera del contexto patrio si Buenos Aires es la Reina del
Plata?
La carne argentina es excelente, pero lo es más aún la gallega. Eso sí, habría que probar in situ, como todos los manjares, un entrecotte de buey o un costillar de ternera gallega.
Los argentinos comemos la carne seca, como corcho o suela de zapato. Bueno, cuestión de gustos...
La Avenida de Mayo, en pleno centro de Buenos Aires, tiene la impronta de los gallegos, que años atrás vinieron con una valijita de cartón... y más tarde, en base a sacrificio, tacañería y duro trabajo se adueñaron de la economía de la capital.
A nosotros, los argentinos, nos llaman "sudacas" como mote... ¿Cuántas veces al referirnos a los gallegos, pobres y
analfabetos, que llegaban amontonados en la panza de un buque, les decíamos:
“gallego, pata sucia”, “gallego de mierda”? Y vinieron los pobres a darnos una cultura de
trabajo, un ejemplo de austeridad y rectitud. Más allá de los vilipendios, les
quedó sólo el gallego. ¡Gallego! Y con qué respeto y cariño se lo decimos
ahora, después de darles un abrazo. Si por los menos les hubiéramos llamado
“españacas”, que suena parecido a sudacas… estaríamos empatados.
¿¡Qué nos
importaba aquella marea que huía despavorida de hambre!? ¿¡Qué más daba saber si
eran andaluces, vascos, catalanes o extremeños!? Les bautizamos gallegos y
sufrieron discriminaciones hirientes, que se me hacen presentes cada vez que
escucho nuestros “graciosos” cuentos cordobeses, donde con frecuencia
tendenciosa se hace hincapié en lo brutos o cuadrados que son. Y creo que es
poco fino descalificar a una persona por su coeficiente intelectual. Además,
¿quién sino un idiota puede decir que es más listo que otra persona? Y con
sádica intención, tal vez para expiar su propio complejo de bruto, le retuercen
el cuchillo en forma de humor en la úlcera de su precariedad…

También quiero compartir con ustedes una anécdota que me pasó en el bar restaurante del hotel Astoria, en Córdoba:
Se hallaba un grupito de personas (la mayoría humoristas) alrededor de una mesa como improvisado
escenario donde daban otra clase magistral de la picaresca, en la cual a lengua
desatada y en medio de un carcajeo obsceno se humillaba cruelmente a una
estirpe de gente modelos de laboriosidad, los gallegos. En esa mesa se repetia
una vez mas el secular subdesarrollo mental de un hábito popular empeñado a
través del chiste fácil, gratuito y humillante en degradar al español por
extensión, porque se ve que en Córdoba a falta de desarrollo industrial y un
eficiente sistema educativo, hay enormes y perfeccionadas fabricas de chistes
de gallegos, con cadenas de distribución por el interior de la provincia. Ya
los niños a partir de los 3 años balbucean sus primeros cuentos incorporandolos
al acerbo pedagógico.
En otra mesa contigua se encontraba como siempre
leyendo el periodico y saboreando su café el señor Garabato, dueño del
establecimiento, que ante tanta munición verbal y sintiendose aludido pues es
de origen gallego, templó la gaita, apartó la vista del diario y aprovechando
una pausa les dijo:
- Pues me haceís mucha gracia con vuestros cuentos, yo me rio
mucho con vosotros, pero lo que mas gracia me hace, es que ustedes toda la vida
se han pasado contando cuentos y nosotros tenemos la guita!!-
Como se le debió subir la mostaza para que un gallego les ssalirea retrucando con un sarcasmo.
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