BEBA, BEBITA LUNA
¿Cómo
no quererte con ese nombre: Beba, Bebita Luna...?
Viniste
al mundo luego del terremoto de San Juan, en un pote de dulce de membrillo,
cuando recién se reacomodaban las placas tectónicas.
Fue
en la época de cuando Antonio Tormo entonaba eso de que... “amar es llevar
herido con un dardo celeste el corazón o tocar los dinteles de la gloria”, o
algo así... Y la vida era la siesta con pastelitos de dulce y queso; y las
cosas eran inseparables (papá y mamá, el Dúo de Arbos Narváez, Los Pérez-Garcia...).
En
las esquinas se escondía el rincón de un silbido... con los acordes del Negro
Villa y el primer amor, era quizás un mal poema, pero sincero al menos... y te
imagino, amiga Beba, Bebita Luna barriendo el patio de tierra de las casas con
pollerita suelta.
Te
presiento en aquellas nochecitas de San Juan y tus pestañas mojandose con los
silencios de las lunas del Valle de Ischigualasto.
Y
tu Polenta sensual y suculenta, como para saborear la vida... es un orgasmo
estomacal que sueles hacer para que disfrutemos tus amigos.
La
valentía es el lugar donde habitas, Beba. Sea en San Juan, Buenos Aires o
Barcelona.
Niñita
que inventas familias para los solitarios y llevas acuarelas para pintar los
grises de los enfermos sentimentales, sin pedir nada a cambio. Eres la amistad
que todos agradecemos tener.
Y
ahora a tus años, quizás frotando el mate, cual lámpara de Aladino, vino un
monigote negrito que cuando te dice abuela tu sonrisa se hace musiquita para
que la bailes en las peñas.
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