miércoles, 25 de enero de 2017

JUGOSO CULITO EL DE LA GALLINA



JUGOSO CULITO EL DE LA GALLINA

Vivimos unos tiempos tan locos, de tal caos mental y tal confusión hormonal (con tanto homo, hetero, trans, hermafrodita, androfilia, ginecofilia, etc. etc. etc) donde se mezcla la teoría de la Evolución de Darwin con el creacionismo bíblico de Adán y Eva.



Así pues, de vez en cuando, puede aparecer algún zoofílico, como es el caso de un amiguito mío, que hacia sus doce años tuvo una experiencia carnal con una gallina. La única que había en el patio de su casa. Y estaría bien visto, para el libre albedrío de esta época, y con la frase adecuada que corre hoy en día que “cada uno haga con su cuerpo lo que se le antoje”.



Un día de asado nos confesamos mi amigo y yo sobre nuestros inicios como "danzarínes" y como "machos", me contó su gran secreto con respeto a su primer debut.  Para mi el verdadero macho es el que pinta Edmundo Rivero en el tango “Pal’nene”: “Macho es el que labura y gana con sudor el pan que lleva a casa sin arrastrar su honor”.



Sin titubear me contó que debutó zoofílicamente a los doce años, con una gallina de retaguardia jugosa y no tan seca como el culo de la cabra. Con una mirada triste añadió que la gallina murió… ¿Por amor?, pensé yo...



No sé que se le cruzó por el mate, quizás pensaría que los animales no deben servir sólo para comerlos, ni tampoco domesticarlos (ya me diréis, los sacas de su hábitat; eso es desconocer el derecho de los animales). Con la muerte de la gallina, mi amigo parece que internalizó un sentimiento de culpa que jamás superó, ya que se le veía con un gran peso de conciencia y una nube culposa bañaba sus pupilas.



Allá por los 70 y pico, pasado el tiempo, otro gran amigo mío, el boxeador cordobés Ricardo Falech (famoso en la Argentina por su técnica y su destreza en el “in fighting” ya que era pupilo de Don Nicolás Preciosa, a su vez maestro de José María Gatica, el Mono), un día comiendo en su casa, nos insistió que no tirásemos los huesos de la gallina, de manera que hasta los chupábamos sacándole brillo. Yo no le pregunté nada…. Él solo espontáneamente nos contó a los cuatro que estábamos en la mesa, que mataba gallinas que él mismo criaba para cocinarlas; les ponía nombres y apelativos de persona, como “Clara o Gema” e incluso, en un acto de humanismo, les brindaba un acto funerario cristiano, que consistía en enterrarlas en el jardín con su respectiva cruz, ya que las quería y respetaba.


Hace años me contaron que había una gallina tan puta, tan puta, que aprendió a nadar, para voltearse a un pato. nos os creáis que solo se ponen para que las pisen, poner huevos y terminar como cubitos de caldo, ¡NO!... tan ingeniosas son las gallinas que inspiraron la venta a través de la publicidad de sus huevos, por eso los de pato no se venden, estos no los cacarean. Y a pesar de que fue la serpiente del paraiso la que ofreció la primera tentación publicitaria y excitante en forma de manzana... pero un huevo ¡VALE UN HUEVO, COJONES! y posee muchas y mejores gratificaciones en el terreno de la gastronomía que la fruta que se morfaron Adán y Eva. Pero para mi... "el único fruto del amor, es la banaaaaana, es la banaaaana...".




Y volviendo a mi amiguito que de niño se culeó a la gallina, en mi opinión no era un “degeneradito” o un “desviado sexual”, sino al contrario, un desprejuiciado, libérrimo, noble chico repartidor de amor, ¡solo un pendejo atorrante puede debutar con una gallina, en una suerte de surrealismo sexual!



Hablando de surrealismo, artistas como Salvador Dalí hizo famoso cuadro llamado “CARNE DE GALLINA INAUGURAL” donde se despierta el nuevo estilo del ampurdanés; pero esa carne no tenía plumas, era de alguien que alguna vez fue una gran pluma: Federico Garcia Lorca.



Para concluir con mi opinión sobre las orientaciones sexuales y las primeras veces, pienso que debutar con una gallina no es nada de lo que arrepentirse,  ya que no hay que discriminarlas por sus plumas.



(PD: Tómenselo con humor, no pretendo ofender a nadie con mis escritos, y menos a una gallina, solo pretendo entretenerlos con mis historias)

jueves, 19 de enero de 2017

NIÑOS II: ESA BENDICIÓN QUE NOS PROLONGA



 NIÑOS II: ESA BENDICIÓN QUE NOS PROLONGA

Yo debo tener carácter de madre en eso de adorar o putear a los hijos… ayer les escribí que un niño es la síntesis de la maldad o lo siniestro de lo angelical y hoy como poseído por una infinita ternura, me he dulcificado y cambiaré el registro con respeto a la visión de los pendejitos ya que ayer por la noche, después de haber reflexionado sobre mi escrito, recordé aquel gélido invierno del 78, cuando me fui de la Argentina... Aún tengo grabado a fuego la imagen de mis hijos de siete y ocho años durmiendo.



De ahí en más me hice a la idea de que siempre los padres (hombres) se van cuando los hijos duermen, quizás por temor a que si están despiertos te digan “¿Dónde te vas, papi? Quédate un ratito con nosotros que afuera está muy frío. Dale, un ratito nada más…” Mejor fue así... Mejor que estuvieran dormidos. Hubiera deshecho la maleta y... Mejor irse sin dar explicaciones para cosas que no tienen explicación ni nunca la tendrán ni para uno mismo, aunque se crea que con los años se esclarecerá todo. Y si así ocurriera, ¿qué se ganaría con ello? Cuando nos encorvamos a la hora del reuma, se te encorvan todos los viejos resabios, clamores, recuerdos, celos, pasiones; todo se nos seca con los años. ¿Qué importa que al final se comprenda todo si ya es tarde? Ahora mis hijos ya mayores, de casi 50 años, son los que reconstruyen gran parte de mi vida. No obstante que yo le ofrecía mejores oportunidades laborales, Néstor fue fiel a su tierra, a la geografía de sus primeras sensaciones, tarea difícil pues hoy los padres los apartamos del nido antes de que ellos opten por su propia decisión. Es como si lo viera, al Néstor... Camina con mis pasos de otro tiempo, volviendo descosido, con sobrecarga en las cervicales, a ese su barrio de viejos espectros, igual que yo, pidiéndole al futuro, creyendo que mañana le irá mejor... ¿Tomará un taxi? ¿Irá por la calle El Trébol que desemboca en la plaza solitaria donde está su escuela? Me parece sentirle niño todavía. Fantasmas que se asoman a las ventanas... ¡Si por lo menos fueran duendes, que estos sí tienen magia! Los sábados, domingos y festivos son especialísimos para ellos: salen a la puerta, no más allá del porche, a campanear un cacho de sol.



Barrio doliente, de hijos viajeros sin retorno...

Horizonte de manzanas como cajas vacías de zapatos.

Los dos juntos, El Rosedal y Los Naranjos,

de geografía casi gemela,

suenan a primavera, pero con poesía mentirosa:

Al Rosedal, se le secaron los pétalos;

Los Naranjos perdieron los azahares. Dos caras conocidas...



“¿Cómo está doña Blanca?”. “¡Hola, don Córdoba!”.

Cada vez más sola, Doña Blanca,

y cada vez menos asomado a la plaza, don Córdoba,

y más anclado a su guitarra.

Y tres también: cruzando la esquina, Don Rivarola,

espolvoreado por el tiempo, saluda de lejos con mano trémula.



Cuántas noches soñé que nunca salí de Córdoba y que mi hijo, ya mayor, me llamaba por teléfono a mi trabajo: “Papi, cuando salga de la Facu, te invito a una cerveza, y después nos vamos juntos al boxeo. ¿Tamos?”...”.



Aquella noche  me fui para siempre sin haberme ido nunca del lado de ellos. Muchas veces pensé que si yo le hubiera dicho a mi padre “quédate un ratito” el curso de mi vida hubiese sido diferente... Pero también dormía, con mis ocho años, igual que mis hijos... El azar inapelable así lo había decidido en una definición sin palabras, como un misterio se aleja a hurtadillas dejando la estela de un sentimiento laaaaaaargo... Tan largo que ni con toda una vida se logra interpretar el porqué pasan así las cosas. Sí, ya sé que eso del “azar” o la “casualidad” son palabras muy usadas por ignorantes como yo, y queda más correctos hablar de la causalidad que dicen los físicos, interrelación de causa-efecto, por lo cual una energía conducente es determinante de los hechos y fenómenos. El sabor salado no es porque sea “salado” (es un convencionalismo lingüístico) sino porque la sal como tal resulta de la unión del cloro con el sodio. Para mí que la casualidad es como la última gota que colma la causalidad. ¿Será como asevera la mayoría de la comunidad científica que la sacarina, la penicilina o la viagra se descubrieron por casualidad? ¿Dónde lo insertamos? ¿En el error, el despiste o el azar?



La causa de que me fue para la mierda determinó el efecto de pirarme a España. Aunque no es tan claro, ¡no!, lo de la causa-efecto (el eterno y tópico dueto físico-filosófico). ¿Y la “cualidad”? No basta decir, por ejemplo, “A causa de la irresponsabilidad de Pepito…”; se trata de una maraña de policausas imperceptibles aún al ojo del hombre, con consecuencias de multiefectos. Algo así como una vorágine de chips que juegan en el destino del hombre y la naturaleza, factores predisponentes, desencadenantes, determinantes, decisorios, condicionantes, acuciantes, estratégicos, oportunos, incidentales-accidentales, graves, agudos, crónicos… y así un laaaaaaargo etcétera.



¿Es casualidad o causalidad que los tres ídolos con mayor gancho popular en la Argentina de este siglo y del pasado sean hijos naturales (Gardel, Perón y Eva)? Los dos primeros peinados a la gomina y ella con el cabello tensado hacia atrás; los dos primeros con sonrisa firme y seductora y la de ella dulcísima expresión cual una cestilla de nácar cargada de panes y juguetes.



Y volviendo a mis hijos, se me hicieron mayores así, de repente. Raras veces jugué con ellos. ¡Con qué gusto volvería a cortarles la carne o pisarles las papas, darle el beso de las buenas noches! Es que mi profesión de periodista hacía que el trabajo fuera en la calle y a cualquier hora, y se llega tarde a casa... Nunca supe si sabían hacer los quebrados o el misterio de 3,1416. Les di una patada en el alma; les partí en dos algo que es más que una simple palabra: la familia; haciendo algo parecido a eso tan estúpido y mentado del que se fue a comprar cigarrillos y no volvió.



A los niños les sermoneamos como si fueran nuestros súbditos. ¿Víste, boludo? ¡Te dije que te iba a ocurrir!...Claro, ¿si no me das bola?. Total, que me perdí la preadolescencia y la adolescencia de ambos… me los encontré de golpe, hechos unos jovenzuelos.



Vuestros chicos se van haciendo mayores y ustedes con ellos. 

Nunca volvería a ver la casa de cuando eran chiquillos de cuatro o cinco años, porque las casas donde viven sugieren cosas, guardan en las paredes sus carcajeos y cabriolas, dejando grabados sobre su pintura las manos sucias emporcadas de dulce de leche. Casas con alma, que tienen alma si sus moradores la tienen; y si no la tienen, son como quirófanos silenciosos o gabinetes de oficinas bancarias. 

Echarán en falta las tardes ésas de cuando su hijo entraba con las zapatillas llenas de piedrecitas que hacían un chirrido terrible. Verán asombrados como, de golpe, le crece el bigote y ya estará para afeitárselo, para no ir "tan pequeño" al colegio. Y de golpe también, le crecieron las piernas. ¡Si hasta hace poco hacía los palotes! Y su nena, que jugaba a ser mujer con su lapiz de labios y el rimel, ya debe andar por pintarse, pero de verdad. Cambió el póster de las Spice Girls por el de Brad Pitt, y el ganchito del corpiño se le insinúa por debajo de la blusa. 

El ayer no se puede rebobinar como los cassettes... Uno no disfruta de los hijos: generalmente a la edad de los treinta y pico hay que trabajar duro y se llega tarde a casa. Ellos están dormidos, despatarrados (como duermen siempre), convertidos en una minúscula prueba de sus juegos, rabietas y energías.



Sin embargo, en todos los niños se encierran el prodigio de un ser nuevo y vivo. ¡Qué ternura indescriptible nos inunda mirándolos!, pues son vidas que son nuestras vidas. Las madres guardan a veces un lacito del pelo o los dientecitos de leche... o tal vez UN ZAPATITO.




Pasaron los años, y sólo me quedó el recuerdo y la imagen de aquel zapatito pequeño raído y viejo, con cortes negros en la punta de tanto gatear, y que siempre está fuera de la cuna. Tiene razón Kalil Gibrain: en el fondo, nuestros hijos no son nuestros hijos, pues la vida no es una foto fija; ni se detiene ni se entretiene en el ayer. Y llega un momento de la vida, hay un día, en que ese zapatito se ha quedado pequeño, y ya no son "nuestros niños". Un gesto nos dice que la infancia no volverá, se acaba como las pompas. Por eso hay que jugar y divertirse con ellos, estar cuando son carne flexible, divertida; y guardar un "zapatito", así toda esa ternura volverá a nuestras manos y ojos. Después, ya hombres o mujeres, no la tendremos más, porque los hijos no nos prolongan, ni nos reemplazan, ni son custodios de nuestros recuerdos; serán ellos y su problemática. Ningún hijo se hizo con papel carbónico. Hombres y mujeres que sufrirán dolores. ¿Cuándo tendrán la primera decepción? Es probable que cuando la tengan sus padres no estarán a su lado, y tendrán que aceptar el dolor como cosa natural, asumir que no es rozando la jeringa sino pinchándose el culo como se van a curar. ¿Cuándo se les caerá el primer mechón de pelo? ¿Qué tipo de mujer u hombre preferirán? ¿Cómo asimilarán los golpes de la vida, que es un combate a incontables asaltos? ¿En qué momento les asomará la primera cana, debido a qué o quién? ¿Con amigos o amores? Y cuando tengan el primer contratiempo o pelea, ¿con qué armas pelearán? ¿Qué pesará más en su bagaje de recuerdos, lo que les dimos en casa o lo que asimilaron en la calle?



En fin, habría que meterse en los misterios de la vida…

miércoles, 18 de enero de 2017

NIÑOS: ESA MALDAD DISFRAZADA DE ANGELITO

NIÑOS:
ESA MALDAD DISFRAZADA DE ANGELITO

La cabalgata de los reyes magos, es uno de los atractivos más tradicionales de la cultura catalana. A pesar de que acá, hay un sentimiento pagano en la sociedad, la noche de reyes se convierte en toda una algarabía tanto para niños como para adultos. Los pequeños se transforman en torpes vándalos  arrebatándose los caramelos unos a otros. Mientras tanto, a los progenitores les da igual que sus hijos cojan las golosinas del suelo para después comérselas. Los padres son corresposables en este inicio de la mala educación.



Antes de continuar, quiero aclarar que no soy pedófobo ni tengo alma de Herodes, ni tampoco inventé los anticonceptivos.



Tal vez me equivoque..., pero soy de la época en que los padres te cagaban de un chirlo en el culo si intentabas poner el dedo en el enchufe (que ahora tienen protectores). Creo que la educación de la infancia está subvertida. Sólo les colman las necesidades materiales; saben así el precio, no el valor de las cosas. Pena grande, pues es en la niñez cuando hay que enseñarles a distinguir entre el resplandor y la luz, entre el eco y las voces verdaderas, porque esplendor tiene también lo engañoso de la fama, el éxito y el poder.



Hablando de eco… el intelectual Umberto Eco dijo tal boludez en una conferencia sobre ecología como que: "Los únicos ecólogos verdaderos son los niños, que son incapaces de matar un animal o cortar una planta". Y terminó diciendo: "Ellos sí se creen todo lo que se les dice sobre el medio ambiente". ¡¡ES MENTIRA!! Que yo recuerde, de niños robábamos naranjas con gajo y todo, reventábamos el caparazón de un caracol a taconazos, quemábamos hormigas... Matar gatos, tirar barro a la sábana de la vecina, burlarse del gordito de la clase o del blandengue o amanerado, humillarlos, reducirlos a la nada, o a un compañerito de padres pobres decirle: “Mi papá tiene un auto graaaaaande, ¡así!” (Extendiendo los brazos para dar idea de las dimensiones del coche)... Todo eso nos daba el pasaporte a la adolescencia. Éramos el súmmum de la crueldad, monstruos, sin saber que éramos monstruos, lectores de Ratón Mickey. No “actuábamos” como si fuéramos Jack el Destripador; actuábamos posesionados como Jack el Destripador.



En Argentina, exagerados para todo, como siempre, el colmo es llamar “mi bebita” a una mujer de casi treinta años a quien hace tiempo que le contaron los lunares.... “Son divinos”, dice la tía de sus sobrinos, como si no fueran de la Tierra...
 

La psicología instintiva del infante es muy compleja y la supuesta bondad del hombre es indiscernible en ellos. Según filósofos optimistas, el hombre tiene, en estado innato, barruntos de las ideas supremas de su vida: justicia, moral y corrección, que es imposible observarlas en un niño. Un mundo añiñado y pueril sería infinitamente más peligroso y despreciable que un mundo de hombres hechos.



La niñez es una maldad que se corrige con el tiempo. Saben más que nadie, por intuición malévola. No es inocente, es un ignorante: por eso es peligroso. ¡Guárdense de las guarderías y parvularios! ¡Canteras del mal! Venden el timo del candor, son el tabú mentiroso de la inocencia, la reserva angelical de lo siniestro.  Si es demasiado precoz, listo y sabe idiomas ya deja de ser niño (es superior a un adulto medio).Ya de adolescentes, vamos puliéndonos o dando forma relativa al altruismo y anhelos de justicia, aunque más no sea como una expresión de deseos. De viejos, somos sabiduría pura, hasta un punto en que todo se rompe: se tensa tanto la cuerda de la vida que quedamos en la nada, pero no hacemos daño en el viaje de la regresión a la niñez. La maldad germina en carnes tiernas y corre deprisa, como la fiebre y las infecciones, y se hace frágil o ausente en las secas. Como consecuencia, la pureza de los sentimientos viene cuando la vida se nos apaga. Todos los hombres nacemos con un boquete en el costado, por donde vamos drenando los ideales a medida que más te ajustan las necesidades. Si hay algún viejo con trapisondas morales, no podrá ejercer de “malo” por la impotencia de la caducidad.



Para colmo, la ideación les viene programada en DVD y CD; antes se la daban los padres. Y si están mirando televisión y usted llega a casa a tomar un cafecito con los amigos, ¡cuidado! ¡No hacer ruido! O eres transparente o puedes ser una extraña ingerencia. En fin... Pongámosle que nuestros mayores no nos educaron lo suficiente en el ejercicio del bien. Pero a mi madre nunca la vi arrancando las alas a una mariposa, ni a mi padre choreando naranjas, ni despreciando a un pobre (qué va, ¡pobre mi padre!). Con igual criterio, se puede decir que un adulto que mata es porque tiene un niño asesino adentro, crío que se hizo “asesino”, quizás cuando recibió el primer cachetazo injusto de parte de sus padres por algo que no hizo; y un niño que mata es un adulto con cuerpo de menor. Yo debería haber recibido flores de cagadas porque de niño no hacía nunca los deberes, de joven no me lavé ni un calcetín, de adulto jamás he fregado nada, y encima no hice el servicio militar, que bien me hubiera hecho falta para saber un poco lo que es el orden. La educación integral comienza y termina en casa; la escuela es un medio de instrucción didáctica. Pero más que educar, creo que los padres deben transmitir con ejemplos positivos, pues a veces son ellos los que actúan como niños dándoles todo servido, en vez de tratarlos como adultos a fin de que se hagan responsables.



Incluso existen papás, más que nada en esta época, que pueden hacer tonto a su hijo, regalándole una raqueta de tenis a los seis o siete años o un móvil. Seguro le saldrá un tirano irrespetuoso monstruito, ya que esos chicos del tenis desde muy temprana edad son programados. Les inculcan responsabilidades y disciplinas, pero sólo tenísticas. Por eso, quizá, cuando sean mayores cometerán infantilismos y necedades. ¡Claro! Si los padres, principales responsables, les quitaron la infancia, les restringieron la adolescencia, los convirtieron en fábricas de éxitos y obtuvieron de golpe todo, todo lo que a muchos les cuesta una vida. Por eso son infelices, traumados, frustrados e insaciables aspirantes de circuitos internacionales, a pesar de amasar fortunas. Siempre escuché decir que el deporte es como una escuela práctica de democracia o un símbolo de libertad. Ellos son los esclavos blancos; el padre les inculca: “¡Tienes que ser el número 1,  número 1,  número 1…!” El técnico les repite: “¡The number 1, number 1, number 1…!” Hasta que se inunda la almohada de insomnios registrados con el 1… Y hagan cálculos… pero bueno, este será otro tema que trataremos más adelante en otro escrito. 





Se habrán dado cuenta ustedes, que muy a menudo, los niños son una flor de “hijos de puta**” en la cual brota maldad por cada uno de sus pétalos.



(**Metáfora argentina, sin animo de referirse a sus mamás)



jueves, 12 de enero de 2017

¿IMPACTO EMOCIONAL O GOLPIZA TRAUMATICA?


 ¿IMPACTO EMOCIONAL O GOLPIZA TRAUMATICA?

Mi gran amigo Arturo Jaimez me mandó este recuerdo del Zurdo:
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Pido permiso para este plagio... jajaja.          
Para el inmortal Zurdo Rivadero. In Memoriam

MUCHAS TROMPADAS: 
LA HISTORIA DEL ZURDO RIVADERO

El Zurdo no tenía nombre, bah yo no lo conozco todavía. Para los amigos y los clientes que le compraban billetes de lotería en la peatonal de Córdoba, era simplemente el Zurdo. 

El sobrenombre tenía origen en su pasado de boxeador. Era muy común en los gimnasios de la década del cuarenta apodar así a los púgiles con guardia invertida. Un buen signo de distinción, ya que como los entrenadores de esos años, no querían tener zurdos en su establo, los convertían en diestros, por lo que no eran muchos los que usaban la derecha adelantada.

Está claro por su actividad actual, que el duro deporte de los puños y los dientes apretados no le había sido muy amigable.     
  
Aunque no son pocos los boxeadores que luego de su reinado vuelven a caer en la mala, se notaba que Rivadero no era el caso. Él nunca contaba mucho de su campaña deportiva y cuando lo hacía se reía de su propio fracaso.    

Una vez un periodista riocuartense alertado por el mejor amigo del Zurdo, le hizo una entrevista y le recordó el suceso.      
     
- ¿Así que usted Rivadero combatió con Pascual Pérez?- Le consultó el cronista, quien ignoraba por completo si la historia que el Negro Rodríguez le había contado era cierta o una más de sus habituales bromas.
- Por supuesto.- Respondió el Zurdo sin parpadear ni mirar hacia arriba y a la derecha, como dicen que hacen los mentirosos, tampoco se tocó la nariz. 

Ni el propio joven periodista entendía que quería decir haber estado frente a frente con el gran “Pascualito”. (Pascual Pérez, mendocino de origen, fue campeón olímpico y mundial de peso mosca. Para muchos especialistas es el mejor boxeador argentino de todos los tiempos inclusive por encima del enorme Carlos Monzón. El pequeño gladiador ganó todos los campeonatos que se le pusieron en el camino como aficionado, culminando su inmaculada carrera amateur con la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Londres 1952).           

Como profesional, primero fue campeón argentino y luego mundial en épocas de ocho categorías y una sola versión. Es decir que “Pascualito” fue uno de los ocho campeones mundiales que hubo en el arranque de la década del cincuenta. Por otro lado Pérez ostenta un record que hasta hoy no se ha podido quebrar en el boxeo argentino: es el único compatriota que después de haber logrado una presea dorada en un juego olímpico llegó a ser campeón del mundo como profesional. Sí, eso que para los yankis podría ser algo común - por caso lo logró Muhamad Ali-campeón olímpico medio pesado en Roma 60 y luego triple campeón mundial de los pesos completos-, para La Argentina el suceso no se ha vuelto a repetir en casi sesenta y cinco años.

No hay dudas de que si la historia de Rodríguez y ratificada por Rivadero era verdadera, el choque entre el Zurdo y Pascualito tendría que haber sido allá por el año 1945. Las fechas cerraban, el Zurdo era del 29 y es posible que a los dieciséis años hubiese enfrentado a un Pascual Pérez novicio, del cual a ningún erudito se le hubiera pasado por la cabeza pensar, que en pocos años se iba a transformar en el primer campeón del mundo profesional del país.     

Es decir que aún siendo cierta la pelea en cuestión, el Zurdo no enfrentó al Pascualito consagrado, sino a un proyecto de crack que cumplió su promesa algo más de un lustro después. La aclaración no es un detalle menor, aunque no le resta mérito al enjuto y simpático vendedor de lotería. Hoy con Pascualito elevado a la categoría de mito y sesenta y pico de años después el Zurdo tiene derecho a contar la anécdota con orgullo y aires de leyenda.     
     
El combate, contaba siempre Rodríguez, fue en el Córdoba Sport Club, una especie de Luna Park cordobés donde nacieron a la fama los más importantes boxeadores de la provincia y los mejores cuentos del humor mediterráneo. De hecho en ese palacio de los deportes perdió su última pelea como profesional el mismísimo Carlos Monzón. Fue por puntos y contra el sanluiseño Alberto “Pirincho” Massi. También nacieron allí chistes memorables que supo contar el Negro ‘e La Juana entre otros famosos cuentistas. Recuerdo aquel que surgió en una pelea de poca acción. Los boxeadores no se pegaban y entonces un tipo de voz gruesa gritó desde la grada: “Queremos ver sangre” mientras que otro de voz aflautada le respondió desde la tribuna opuesta con una tonada cordobesa de museo: “Poné el ocote”.    
       
El periodista sabía dentro de su ignorancia boxística, que Pascual Pérez no era un nombre cualquiera. Le sonaba en las historias que le contaba su abuelo, o algún tío viejo que juraba haber escuchado el relato de Fioravanti en su pelea consagratoria con Yoshio Shirai. Al muchacho le bastaba sentir la fonética del apodo Pascualito para saber que no estaba entrevistando a cualquiera. Encima no era fácil para él llegar a los grandes protagonistas del deporte nacional desde su pequeña FM del sur de la provincia. Para él la nota cobraba trascendencia y para sus oyentes también. Si la historia era cierta o no importaba poco. Además el chico la creyó de parto, no lo había abrevado en los manuales de los periodistas inescrupulosos que versan que “una mentira no debe arruinar una buena nota”. El pibe era inocente. Además aclaro que, ni a la Federación Argentina de Box, le consta que el combate haya o no existido, en tiempos donde las peleas entre aficionados no guardaban registro.   

En el grabador Panasonic de cassette ya estaba documentado el escueto y seguro sí del Zurdo, ante la pregunta sobre la tan mentada pelea, entonces el muchacho que no tenía mucha experiencia arruinó la nota en la segunda y última pregunta.      
  
Podría haber pasado por toda la biografía del ex boxeador que habiéndose cruzado en el ring con el gran campeón hoy vive para contarlo. Pudo haber repasado toda la carrera boxística de Rivadero, sus éxitos y desventuras. Las razones por las cuales Pascualito llegó y él debió resignares al retiro. Cómo es que la vida te consagra o te golpea. O la ironía del destino que le dio todo a Pérez en lo deportivo, pero le quitó en lo personal. Podría haberse floreado con comparaciones satisfactorias para su entrevistado, de pronto el Zurdo no había llegado tan lejos como Pascualito pero estaba vivo y feliz, mientras que el ídolo murió solo, alcohólico y engañado por su amada.

Pero no, el periodista fue al grano, fue a la pelea y con el cliché típico que fotocopian los nuevos periodistas. Fue a la emoción, al sentimiento. Y el boxeo es una de las pocas prácticas en las que lo importante no es competir, porque a los goles te los hacen en la cara. 

Entonces es mejor preguntar por la pelea en sí. Por cómo se habían dado los sucesos. Si Pascualito era ya una figurita dentro del amateurismo y, si lo era por qué lo habían puesto a él a pelear con semejante estrella. Tal vez él también era un protegido del boxeo cordobés como Pérez lo era para los cuyanos. O si fue un combate más y se sorprendió después con la rutilante carrera de su ex rival. Si pudo verlo tiempo más tarde. Si Pascualito lo recordó o si le fue imposible en sus más de cien peleas como amateur. Si el pleito había sido por algún campeonato o si había sido una simple pelea complementaria de otros grandes de la época.

Sin embargo, el tipito fue al sentimiento y en verdad no estaba mal, simplemente que quizás debió meter la muletilla gastada un par de preguntas más tarde. No estaba errado ir por el sentimiento, porque estaba bueno preguntar si uno con el tiempo podía ser hincha del adversario ante una pelea mundialista, si es cierto eso de que los boxeadores intentan arrancarse la cabeza en el ring pero cando suena el último gong se abrazan sin rencor. Ese refrán de Bonavena tantas veces mencionado,“que hasta el banquito te sacan”, sumado al de Monzón: “Cuando llaman a pelear el que está frente a vos se quiere quedar con el pan de tus hijos”. Y todo eso ante el gran Pascualito.    
  
Aquel periodista le preguntó al Zurdo:
- ¿Qué sintió esa noche cuando subió al ring a enfrentar nada menos que al inmortal Pascual Pérez?.   

El Zurdo Rivadero lo miró, semblanteó a los amigos que lo acompañaban, se sonrió de queruza hacia la izquierda, como haciendo la seña del siete de oros, y cerró la nota en diez segundos. La respuesta no tuvo repreguntas. Entre carcajadas y las reflexiones del auditorio, el Zurdo respondió con la sabiduría del tipo de la calle: 

- ¿Qué sentí, pibe? ¿Qué sentí?... ¡Muuuuuchas trompadas!”…-

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