TURISMO EN RÍO CUARTO
Esto de identidad, cultura y turismo es la tríada que se vende en todo el mundo occidental. Río Cuarto parece ser que está en eso... Entre nosotros, ¿A quien mierda le puede importar el hecho "cultural" de que al Río Cuarto los indios
le llamaban Chocancharava (denominación que están intentando reimplantar), o
visitar el lago Dalcar (¿a qué? ¿a tomar mate o comer asado?), o hacer
excursiones (¿a dónde? ¿al aeroclub y su aeródromo Los Ranqueles y a sus
"magníficas instalaciones" como reza una guía turística local?)?
¿A quién carajo le puede importar conocer el Museo Histórico
Regional? (una construcción colonial que en el siglo pasado fue asiento de la
comandancia sur en la época de la siniestra campaña del desierto, encabezada
por Julio Argentino Roca, donde todo huele a exterminio salvaje de nativos). ¿A
ese museo-vergüenza histórica enviarán a los turistas?, donde vivió otro
genocida de ranqueles, el general Ignacio Fotheringham (encima nacido en
Inglaterra, educado en Inglaterra y Bélgica). ¿Qué simbología cultural de
carácter regional puede entrañar la figura de este obsecuente inspector de
armas, para que nuestro legado se atesore en la casa donde él vivió?
Toda esa tenebrosa gentuza de corte
sado-turístico-histórico es la causa de que sea, el nuestro, un país desertizado
e infecundo.
¡Falta que eternicen con un busto a Miguel Ángel
Zavala Ortiz!, otro personajete políticoide/paramilitar de Río Cuarto que ayudó
a sembrar de cadáveres civiles la Plaza de Mayo en junio del '55, cuando el
bombardeo aéreo cuyo objetivo era Perón. Demostró una vez más lo irrefutable:
que los argentinos somos expertos en eso
de matarnos entre nosotros.

Es que no da para más, si al fin y al cabo, el interés cultural es estrechísimo, pues Río Cuarto limita al Norte con Talleres, Belgrano y la Mona Giménez (¡el hito histórico más importante, cual principio cosmológico de Córdoba!; la era premonista se reducía a lo territorial y la postmonista expande el cuarteto internacionalmente); al Sur, con el tango Corazón al Sur; al Oeste, con la difunta Correa y Sampacho; y al Este, con el Sol del 25, que todavía viene asomando. Me hace acordar al plano de Buenos Aires de nuestros libros escolares, que parece trazado por un tipo en pedo; tan irreal en su orientación que no cumple ni con la Rosa de los Vientos: se esquematiza con el Oeste arriba y el Norte a la derecha.

Para los niños, el río era toda una aventura, el transitar por ese puente... sin pasaporte ni maletas; era como si fuera a otro mundo, el del Parque Sarmiento. Antes de llegar al extremo del puente que da a banda
norte y sobre la derecha está todavía algo que quizá estará siempre: el
rancherío de enfrente. En la vida hay un contrario, pero para mal; y lógico, no
tienen la exhuberante vegetación de la otra orilla a la que denominan Parque
Paseo Sobremonte, con sus balnearios, El Mogote y Playa Bonita; las orillas de
los pobres no tienen denominaciones. Ahí los pobres se ponen muy negros en
verano, para ser su propia sombra cuando venga el invierno. Aquí es donde Río Cuarto se muestra como lo que es, una ciudad clasista y discriminatoria, en la que muestra palmariamente las dos delincuencias, la de arriba y la de abajo, que son cada vez más diferenciadas, gracias a los Alsogaray,
Cavallo, etc., que ésos ni fueron ni iran nunca a la cárcel, porque sus delitos son
"estéticos" o cleptocráticos, a diferencia de esa otra delincuencia
que germina en los ranchos: la que lleva "roña" en las uñas y tiene
forma de residuo social. Tal vez ellos saben que sus covachas son viveros de
futura criminalidad, porque también saben que viven en un país donde la riqueza
no se acumula por trabajo, sino por poder, usurpación, fraude, cohecho,
especulación... País de la delincuencia de políticos, funcionarios,
sindicalistas; que es delincuencia fina, indolente y flemática. Sólo unos pocos
a veces visitan la cárcel, pero para eso tienen dinero y está la
"fianza", que con ellos no se pueden cometer "descortesías
procesales". Y salen cuando menos se lo piensa un juez porque tienen
taquicardia o depresión, como ocurre con los mafiosos gallegos en España, y con los políticos del PP y de CiU en Cataluña, mientras les hacen creer a la gente que representan a la Derecha o a la Izquierda y son todos iguales, albergan los mismos glóbulos de tramposos. Es más valioso
apostar por la salvación de un culpable con mucho dinero que sentenciar a un
inocente (leiv motiv de la justicia
democrática).
Los de los ranchos son "presuntos culpables" y ellos,
"presuntos inocentes"... ¡Como me jode esto de la presunción!, si
a un tipo lo detiene la policía por achurar a un paisano debe ser porque es
sospechoso o presunto culpable, después si encajan las pruebas ante el juez,
perfecto, pero mientras tanto por algo lo han detenido, no creo que los de la
policia lo detengan al pedo. Miren
si yo al levantarme a la mañana me digo “hoy me levanté con presunto dolor de cabeza; debe ser
cierto, porque estoy presuntamente
ojeroso, es que ayer me puse presuntamente
ebrio; además me pica la piel por una secuela del presunto Herpes Zoster que me diagnosticó el médico en el último
viaje a Córdoba”; o a una mina con un bombo de medio metro parecida a Upa vamos a decir que está presuntamente preñada...
Me quedo con los primeros, estos presuntos culpables, pues aprendí a
diferenciar, prematuramente, el barro de la mierda. En la cárcel, el bueno sale malo y el que es malo sale
peor. Es que “es de cajón”, ¿cómo vas a curar a un tipo con el mismo
veneno?. A un loco lo ponen en el Manicomio. ¿Rodeado de locos, cuándo se va a
curar?. Es como poner en caldo de cultivo gérmenes patógenos!. La reinserción
basada en la reeducación es más utópica que imaginar a Carlos Marx con una pala
en la mina. A principios del siglo XX, un tano en prisión hacía ganzúas para
delincuentes que iban de visita a la cárcel. ¿Y consumo de droga? En fin... este será otro tema que hablaré en otra futura publicación.

Ahora, voy al parque a hacer footing, para que no se me haga pesada la vejez. Todos los años viene el otoño dispuesto a llevarse las mejores flores de nuestra existencia, cosa irreversible en los seres humanos. No ocurre así con el parque, que siempre se renueva en cada primavera, más allá de los fracasos celulares de las personas. Pero no es lo mismo... Ya no tiene la sonoridad de la risa infantil; al escenario ni siquiera lo adecentan para que se animen los artistas. El trencito en miniatura ya no surca los rieles, porque a las vías las cubren los hierbajos (parece le sucedió lo mismo que a los trenes de verdad en todo el país) y faltan las manzanas de rojo púrpura... Queda lo perenne, conserva el alma del verde. Pero, no sé... es diferente, como si le faltaran uno o dos colores al espectro y se dice que a veces el paisaje se crea con los ojos...Metaforas para conformarnos. Eso si, mucho quilombo, fanfarria, ruido, masificación... todo montado para la juventud, a través de las discotecas... Donde está Satanás, lleno de sobrecitos con cocaína y vasitos de chupito.
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(Escultura de Líbero Pierini, padre del Petiso Pierini, gran jugador de Estudiantes) |
Y antes del Puente, mi Club favorito de niño, El Estudiantes... Donde jugué al fútbol hasta la cuarta división, en el año '56. El
Club Estudiantes, ahí está siempre al lado de la rotonda y obligándonos a mirarlo, la estátua de San
Martín, señalando con el dedo índice, como ordenando la barrera antes de un
tiro libre del pibe Sisalli, desde arriba, en su monumento soberbio, con su caballo
blanco de ficción (falsedad histórica), pues hubiese sido una ignominia para el
inflamado orgullo castrense argentino, de formación alemana, ponerlo arriba de
alguna mula puntana, que el Gran Libertador montara en Mendoza, Chile o Perú
como en realidad ocurrió. Los norteamericanos tampoco levantarían un monumento
a Franklin Delano Roosevelt (uno de sus más queridos presidentes) postrado en
silla de ruedas, ya que era parapléjico. De ahí deduzco que jamás un
discapacitado físico podría ser presidente tanto en el Norte como en el Sur de
América. Peligro grande para la humanidad del próximo milenio… Los presidentes
pueden tener el físico de Stallone y la mente de Ana Obregón (que tiene muchos
títulos, pero es analfabeta funcional).
Continuando con
nuestro libertador, seguro nos lleva en su corazón y nos desea triunfos en la
vida; está en nuestro subconsciente infantil, de cuando, sin querer, creíamos
en los héroes con sable y caballito, como él, o con colt y cartuchera, como el Durango Kid, aquel justiciero del
Far-West con caballo blanco que vestía de negro en las noches de los miércoles
en el cine-teatro municipal, donde se daban películas “de combois” en
episodios, que prolongábamos a la salida. Siempre el muchachito acribillaba al malo, que
se contorsionaba agarrado a la reja de la escuela Normal, a una cuadra del
cine. “Kggg-kggg. Cagaste,
bandido”, sonaban los disparos, muy diferentes al “bang-bang” de las
historietas. ¿Cómo olvidarnos de Lee van Cleef, el malo por excelencia, que
para matar poseía la frialdad a punto de 6º (como los buenos vinos blancos)?. Y
no nos asustaban aún los vampiros de la Transilvania, ni la voz de Narciso
Ibáñez Menta, sino que era la mirada de Nathan Pinzón (un buenazo) la que
poblaba nuestras pesadillas. De cuando creíamos que Dios te ayudaba más, la
maestra era como la segunda madre (no le hacía falta ninguna bonificación por
presentismo como ahora) y la luna en cuarto creciente era una pestaña
suspendida en el firmamento. Tomábamos Toddy
porque queríamos ser tarzanitos; soñábamos con hacer un gol como el Turco
Miguel, que se gambeteaba hasta los postes y los canas, cuando los jugadores de
fútbol decían por radio con voz engolada: “Un saludo a mi vieja que me está
escuchando”. La cancha de River era la herradura monumental, y una familia
debía ser como los Pérez García de la radio, fiel compañera, grande como una
catedral, con el ojo verde arriba que guiñaba cuando se cambiaba el dial. Había
más sentido poético: nunca nos olvidamos del color de los ojos de la primera
novia, ni del árbol donde meábamos antes de entrar en casa. Los novios tenían
el bigote como Jorge Negrete. Y tristes quedaban las esquinas del barrio cuando
a la calesita la trasladaban dejando el círculo pelado para algazara de los
gatos y el vecino de al lado, seguramente harto de escuchar a Julio Jaramillo y
Alberto Echagüe, aquel cantor de D’Arienzo.
En fin, para concluir, el mejor turismo en Río Cuarto es contemplar a sus mujeres y comer ricos asados en el Arroyo Santa Catalina Holmberg.