MADRUGADA
Con la puntualidad de todos los días,
como hace milenios en su cosmogónica soledad,
Dios se puso a tender y secar las nubes
luego de graduar la intensidad del sol
jueves de madrugada…
Silencio letal sobre el golfo,
en blancas alfombras del cielo
se posan los tenebrosos pajarracos preadodres
con sus garfios anglosajones y sus voraces picos semitas.
Cortejo de halcones y señores de la guerra
extienden enormes sus alas.
Son los hijos del trueno y del rayo,
apuntan a las entrañas del oriente y occidente.
Pastores de búfalos,
simios abyectos de escafandra,
asaltantes de la luna,
asesinos de presidentes,
comerciantes de armas,
dueños del oro y del becerro,
dispuestos a acribillar la inmortalidad del alma,
a pulverizar las utopías
y la dulce elipse de la gaviota, ignorante del radar,
¡Y que no se frote más la lámpara!
Judas será el mesías.
Se acuñarán monedas con la sangre de los miserables.
¡Tristeza de mendigar pan en época de conquistadores de
estrellas!
Jueves de madrugada…
Ya se va el sol al poniente
dejando su bermeja pincelada en la Cisjordania, como un presagio.
Un hombre lleva fruta a su familia
y un niño aún juega a la pelota en las afueras de Bagdad.
La Europa senil y sub-arrodillada,
con su séquito de miedo,
solo glorifica el gesto prepotente de la bestia metálica.
Nada vale ya,
ni el clamor de sus muchedumbres en en la calle
ni el susurro del Papa.
Son voces vencidas ante el despojo.
No es tiempo de profetas ni poetas
la piedad no tiene ni la certeza ni la velocidad de la luz y
el misil.
El chorro negro derrotó al brote de la espiga,
las lágrimas perdieron su prestigio,
la sirena reemplazó al balido.
Mudo está el verbo del amor;
¡Hasta Dios está espantado de su invento!
Entre el Èufrates y el Tigris nos puso el paraíso bíblico
jamás se supo quién inventó el pecado
“Padre nuestro que estás…”
La tormenta del desierto se llevó las plegarias.
Un jueves de madrugada…
Texto escrito por José Ademan Rodríguez la
madrugada del jueves que empezó la
Guerra de Iraq.
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