MUJERES QUE MARCARON MI VIDA
DESDE LA NIÑEZ A LA JUVENTUD
A los ocho años, la primera mujer
que marcó mi vida, fue “mi novia” Zully Moreno, una bella actriz de la época. Tenía
unos bucles brillantes y enormes. Me la presentaron las revistas de esos
tiempos, Radiolandia, la cual estaba
repleta de fotos más bien descriptivas y
domésticas, y por otro lado, Antena,
que difundía más la lencería fina. En la revista Radiolandia también se podía ver en la portada las fotos pudorosas
de otras artistas como Laura Hidalgo, Amelia Bence, Olga Zubarry, Fanny
Moreno... solo mostraban la zanjita de los pechos apenas visible, algún lunar
en el escote, el cuello de porcelana, ojos en el colmo de la dicha o la pasión.
Todas las fotos parecían dibujadas.
Más tarde, con trece años, tuve una profesora de botánica que me fascinó aún más que “mi antigua
novia” Zully. De esa ciencia sólo aprendí la medida y contenido que iba del tacón
hasta las rodillas de las piernas de mi profesora; le llamábamos “LA PASCHETTA”, el más
hermoso conjunto de pantorrillas que jamás vi. Creo que fue la primera mujer
que despertó nuestro escozor adolescente, junto con la actriz Silvana Mangano
de Arroz Amargo, y sus botas que le
llegaban a la ingle, cerca del tajo (no el río, que ése era el Po), y la Sara Montiel de El Último Cuplé. Al ponerse de pie para
dibujar en la pizarra con su blusa beige y su pollera marrón tableada, se nos
suspendía la respiración. La
Paschetta nos miraba sin mirarnos, con el ojo de los
presagios. Siempre leía, pero más me parece que simulaba que leía, para que la
contempláramos como a una diosa, en tanto intuíamos su finísima ropa interior
de seda. Sólo admirar sus piernas enfundadas, o mejor enjoyadas, con aquellas
medias de nylon con raya negra paralela al eje de sus largas piernas, era el mejor
aprovechamiento de su hora de clase. Nunca la imaginé con esas ligas que
dejaban la huella rubicunda en los muslos, como las que usaban nuestras madres;
ella seguro sujetaba sus medias con liguero de estrella de cine. ¡Qué bien
parida la Paschetta!
Debe haber sido engendrada por el mestizaje de una lengua de fuego con un
destello de luna. ¡Lo que hubiera dado por superar mis trece años y de pronto
ser alto, bronceado y canoso como Lucero Kelly, mi profe de psicología!
Ella nos hablaba de estambres,
pistilos y corolas sin darse cuenta que para nosotros la flor era ella. Por su
culpa no aprendí botánica... ¿Cuántas veces me habré deslumbrado con la belleza
de caléndulas, nenúfares y petunias?
pero no sabía que así se llamaban. ¡La falta que me hubiera hecho saber
sus nombres para ataviar una frase y engrupir[1]
a alguna mina! Hablarles sólo de margaritas y claveles era vulgarote. Teníamos
impúberes trece o catorce años, edad forjadora de sueños eróticos que
terminaban en el colchón de la mano derecha. Más tarde, los que no teníamos el
rebusque, nos quedábamos como viudos al no verla más. Con ella descubrimos lo
que era la elegancia en una hembra; en un mundo de estampitas, estatuas y
deidades donde una Reina era una Reina y una profesora era "la vieja",
la Paschetta
era una hembra y estatua a la vez… O
una real hembra, como se quiera. ¿Habrá sido inteligente? Sí. Al contrario de
lo que la gente dice, las guapas son más inteligentes que las feas (con lo cual
no quieren decir que estas no lo sean). Me dirán ¿en qué me fundo? Aquí está la
explicación:
- LA DESPREOCUPACIÓN
que tienen con respecto a su figura les hace estar en actitud más
relajada, la mente se hace más receptiva
y dúctil para todos los actos de la vida. Están menos tensionadas sin apelar a
tics neurotizantes (fumar, comerse las uñas, etc...).
La Paschetta exhibía las piernas y nosotros las educábamos para
dormir la pelota en el empeine, pues jugábamos en la 5ª de Estudiantes, con el
Mario, el Petizo Fernández, el loco Francois, el Turco Gialongo, el Turquito
Miguel, Cordero Amedey.
En el bachillerato tuve 3 o 4 compañeras
entre treinta y pico o cuarenta muchachos. Todas ellas, un encanto y un modelo
de conducta, no eran de las que fumaban en el baño. Norma Bailo, la china
Tasaky (que en realidad es japonesa), la negra Mariani, la petisa Marcotullio,
bajita de estatura pero muy elevada en su capacidad intelectual, rectitud y
anhelo de superación, y la rusa Noemí Bender, con su cutis de gripe, blanca de
labios pulposos cortajeados de frío y moquitos que perlaban su nariz. Se
sentaba en el primer banco, en el medio; cuando pasábamos a clase, luego del
recreo, distraídamente le tocábamos el culo. Nos perdonaba. ¡Qué desvergüenza!
Y siguiendo con cosas de “sinvergüenzas”,
a la profesora de trabajo manual le poníamos un espejo entre sus zapatos,
mientras se inclinaba para enseñarnos alguna cosa que el día de mañana nos podría
ser de alguna utilidad en nuestros hogares. Acepto que a muchos nos tendrían
que haber echado, porque “violábamos” las leyes de la convivencia, el respeto
mutuo y el agradecimiento.
Unos cuantos años después de haber
pasado la pubertad y ya viviendo en España, hubo otra mina que me deslumbró
cuando trabajé con ella en LV3, Liliana López Foressi, siendo la más bella
posee una inteligencia fuera de lo común. Trabajábamos en la distancia, comunicándonos
por teléfono. Con lo que vuelvo a dar otro fundamento, de que la belleza va
asociada a la inteligencia.
Y con ésta belleza ya he agotado mi colección de favoritas que fue desde la niñez hasta el ecuador de mi vida.

Buscado fotos de Torri encontré tu página y debo decirte que es un tremendo gusto reencontrarte... han pasado los años y los recuerdos se vuelven un poco mas agridulces e intensos... Te mando un gran abrazo! mi mail es carlosirusta1@gmail.com
ResponderEliminarcarlitos, no lo puedo creer,siempre fuiste un modelo de pibe talentoso,tan educado eres ,que delante de tu papi pedias medio wisky,siempre estaras en mi recuerdo,ya te escribire, cuando se mejore la señorita que me ayuda,me comunicare contigo
Eliminar