NIÑOS II: ESA BENDICIÓN QUE NOS PROLONGA
Yo debo tener
carácter de madre en eso de adorar o putear a los hijos… ayer les escribí que
un niño es la síntesis de la maldad o lo siniestro de lo angelical y hoy como
poseído por una infinita ternura, me he dulcificado y cambiaré el registro con
respeto a la visión de los pendejitos ya que ayer por la noche, después de
haber reflexionado sobre mi escrito, recordé aquel gélido invierno del 78,
cuando me fui de la
Argentina... Aún tengo grabado a fuego la imagen de mis hijos
de siete y ocho años durmiendo.
De ahí en más me
hice a la idea de que siempre los padres (hombres) se van cuando los hijos
duermen, quizás por temor a que si están despiertos te digan “¿Dónde te vas, papi? Quédate un ratito
con nosotros que afuera está muy frío. Dale, un ratito nada más…” Mejor fue
así... Mejor que estuvieran dormidos. Hubiera deshecho la maleta y... Mejor
irse sin dar explicaciones para cosas que no tienen explicación ni nunca la
tendrán ni para uno mismo, aunque se crea que con los años se esclarecerá todo.
Y si así ocurriera, ¿qué se ganaría con ello? Cuando nos encorvamos a la hora
del reuma, se te encorvan todos los viejos resabios, clamores, recuerdos,
celos, pasiones; todo se nos seca con los años. ¿Qué importa que al final se
comprenda todo si ya es tarde? Ahora mis hijos ya mayores, de casi 50 años, son
los que reconstruyen gran parte de mi vida. No obstante que yo le ofrecía
mejores oportunidades laborales, Néstor fue fiel a su tierra, a la geografía de
sus primeras sensaciones, tarea difícil pues hoy los padres los apartamos del
nido antes de que ellos opten por su propia decisión. Es como si lo viera, al
Néstor... Camina con mis pasos de otro tiempo, volviendo descosido, con
sobrecarga en las cervicales, a ese su barrio de viejos espectros, igual que
yo, pidiéndole al futuro, creyendo que mañana le irá mejor... ¿Tomará un taxi?
¿Irá por la calle El Trébol que desemboca en la plaza solitaria donde está su
escuela? Me parece sentirle niño todavía. Fantasmas que se asoman a las
ventanas... ¡Si por lo menos fueran duendes, que estos sí tienen magia! Los
sábados, domingos y festivos son especialísimos para ellos: salen a la puerta,
no más allá del porche, a campanear un cacho de sol.
Barrio doliente, de hijos viajeros
sin retorno...
Horizonte de manzanas como cajas
vacías de zapatos.
Los dos juntos, El Rosedal y Los
Naranjos,
de geografía casi gemela,
suenan a primavera, pero con poesía
mentirosa:
Al Rosedal, se le secaron los
pétalos;
Los Naranjos perdieron los
azahares. Dos caras conocidas...
“¿Cómo está doña Blanca?”. “¡Hola,
don Córdoba!”.
Cada vez más sola, Doña Blanca,
y cada vez menos asomado a la
plaza, don Córdoba,
y más anclado a su guitarra.
Y tres también: cruzando la
esquina, Don Rivarola,
espolvoreado por el tiempo, saluda
de lejos con mano trémula.
Cuántas noches soñé
que nunca salí de Córdoba y que mi hijo, ya mayor, me llamaba por teléfono a mi
trabajo: “Papi, cuando salga de la Facu, te invito a una
cerveza, y después nos vamos juntos al boxeo. ¿Tamos?”...”.
Aquella noche me fui para siempre sin haberme ido nunca del
lado de ellos. Muchas veces pensé que si yo le hubiera dicho a mi padre “quédate un ratito” el curso de mi vida
hubiese sido diferente... Pero también dormía, con mis ocho años, igual que mis
hijos... El azar inapelable así lo había decidido en una definición sin
palabras, como un misterio se aleja a hurtadillas dejando la estela de un
sentimiento laaaaaaargo... Tan largo que ni con toda una vida se logra
interpretar el porqué pasan así las cosas. Sí, ya sé que eso del “azar” o la
“casualidad” son palabras muy usadas por ignorantes como yo, y queda más correctos
hablar de la causalidad que dicen
los físicos, interrelación de causa-efecto, por lo cual una energía conducente
es determinante de los hechos y fenómenos. El sabor salado no es porque sea
“salado” (es un convencionalismo lingüístico) sino porque la sal como tal
resulta de la unión del cloro con el sodio. Para mí que la casualidad es como
la última gota que colma la causalidad. ¿Será como asevera la mayoría de la comunidad
científica que la sacarina, la penicilina o la viagra se descubrieron por
casualidad? ¿Dónde lo insertamos? ¿En el error, el despiste o el azar?
La causa de que me fue para la mierda
determinó el efecto de pirarme a
España. Aunque no es tan claro, ¡no!, lo de la causa-efecto (el eterno y tópico
dueto físico-filosófico). ¿Y la “cualidad”? No basta decir, por ejemplo, “A
causa de la irresponsabilidad de Pepito…”; se trata de una maraña de policausas imperceptibles aún al ojo
del hombre, con consecuencias de multiefectos.
Algo así como una vorágine de chips
que juegan en el destino del hombre y la naturaleza, factores predisponentes,
desencadenantes, determinantes, decisorios, condicionantes, acuciantes,
estratégicos, oportunos, incidentales-accidentales, graves, agudos, crónicos… y
así un laaaaaaargo etcétera.
¿Es casualidad o
causalidad que los tres ídolos con mayor gancho popular en la Argentina de este siglo y
del pasado sean hijos naturales (Gardel, Perón y Eva)? Los dos primeros
peinados a la gomina y ella con el cabello tensado hacia atrás; los dos primeros
con sonrisa firme y seductora y la de ella dulcísima expresión cual una
cestilla de nácar cargada de panes y juguetes.
Y volviendo a mis
hijos, se me hicieron mayores así, de repente. Raras veces jugué con ellos.
¡Con qué gusto volvería a cortarles la carne o pisarles las papas, darle el
beso de las buenas noches! Es que mi profesión de periodista hacía que el
trabajo fuera en la calle y a cualquier hora, y se llega tarde a casa... Nunca
supe si sabían hacer los quebrados o el misterio de 3,1416. Les di una patada
en el alma; les partí en dos algo que es más que una simple palabra: la familia; haciendo algo
parecido a eso tan estúpido y mentado del que se fue a comprar cigarrillos y no
volvió.
A los niños les
sermoneamos como si fueran nuestros súbditos. ¿Víste, boludo? ¡Te dije que te iba a ocurrir!...Claro, ¿si no me das
bola?. Total, que me perdí la preadolescencia y la adolescencia de ambos…
me los encontré de golpe, hechos unos jovenzuelos.
Vuestros chicos se
van haciendo mayores y ustedes con ellos.
Nunca volvería a ver la casa de cuando eran chiquillos de cuatro o cinco años, porque las casas donde viven sugieren cosas, guardan en las paredes sus carcajeos y cabriolas, dejando grabados sobre su pintura las manos sucias emporcadas de dulce de leche. Casas con alma, que tienen alma si sus moradores la tienen; y si no la tienen, son como quirófanos silenciosos o gabinetes de oficinas bancarias.
Echarán en falta las tardes ésas de cuando su hijo entraba con las zapatillas llenas de piedrecitas que hacían un chirrido terrible. Verán asombrados como, de golpe, le crece el bigote y ya estará para afeitárselo, para no ir "tan pequeño" al colegio. Y de golpe también, le crecieron las piernas. ¡Si hasta hace poco hacía los palotes! Y su nena, que jugaba a ser mujer con su lapiz de labios y el rimel, ya debe andar por pintarse, pero de verdad. Cambió el póster de las Spice Girls por el de Brad Pitt, y el ganchito del corpiño se le insinúa por debajo de la blusa.
Nunca volvería a ver la casa de cuando eran chiquillos de cuatro o cinco años, porque las casas donde viven sugieren cosas, guardan en las paredes sus carcajeos y cabriolas, dejando grabados sobre su pintura las manos sucias emporcadas de dulce de leche. Casas con alma, que tienen alma si sus moradores la tienen; y si no la tienen, son como quirófanos silenciosos o gabinetes de oficinas bancarias.
Echarán en falta las tardes ésas de cuando su hijo entraba con las zapatillas llenas de piedrecitas que hacían un chirrido terrible. Verán asombrados como, de golpe, le crece el bigote y ya estará para afeitárselo, para no ir "tan pequeño" al colegio. Y de golpe también, le crecieron las piernas. ¡Si hasta hace poco hacía los palotes! Y su nena, que jugaba a ser mujer con su lapiz de labios y el rimel, ya debe andar por pintarse, pero de verdad. Cambió el póster de las Spice Girls por el de Brad Pitt, y el ganchito del corpiño se le insinúa por debajo de la blusa.
El ayer no se puede
rebobinar como los cassettes... Uno no disfruta de los hijos: generalmente a la
edad de los treinta y pico hay que trabajar duro y se llega tarde a casa. Ellos
están dormidos, despatarrados (como duermen siempre), convertidos en una
minúscula prueba de sus juegos, rabietas y energías.
Sin embargo, en todos
los niños se encierran el prodigio de un ser nuevo y vivo. ¡Qué ternura
indescriptible nos inunda mirándolos!, pues son vidas que son nuestras vidas.
Las madres guardan a veces un lacito del pelo o los dientecitos de leche... o
tal vez UN ZAPATITO.
Pasaron los años, y
sólo me quedó el recuerdo y la imagen de aquel zapatito pequeño raído y viejo,
con cortes negros en la punta de tanto gatear, y que siempre está fuera de la
cuna. Tiene razón Kalil Gibrain: en el
fondo, nuestros hijos no son nuestros hijos, pues la vida no es una foto fija;
ni se detiene ni se entretiene en el ayer. Y llega un momento de la vida,
hay un día, en que ese zapatito se ha quedado pequeño, y ya no son
"nuestros niños". Un gesto nos dice que la infancia no volverá, se
acaba como las pompas. Por eso hay que jugar y divertirse con ellos, estar
cuando son carne flexible, divertida; y guardar un "zapatito", así
toda esa ternura volverá a nuestras manos y ojos. Después, ya hombres o
mujeres, no la tendremos más, porque los hijos no nos prolongan, ni nos
reemplazan, ni son custodios de nuestros recuerdos; serán ellos y su
problemática. Ningún hijo se hizo con papel carbónico. Hombres y mujeres que
sufrirán dolores. ¿Cuándo tendrán la primera decepción? Es probable que cuando
la tengan sus padres no estarán a su lado, y tendrán que aceptar el dolor como
cosa natural, asumir que no es rozando la jeringa sino pinchándose el culo como se van a curar.
¿Cuándo se les caerá el primer mechón de pelo? ¿Qué tipo de mujer u hombre
preferirán? ¿Cómo asimilarán los golpes de la vida, que es un combate a
incontables asaltos? ¿En qué momento les asomará la primera cana, debido a qué
o quién? ¿Con amigos o amores? Y cuando tengan el primer contratiempo o pelea,
¿con qué armas pelearán? ¿Qué pesará más en su bagaje de recuerdos, lo que les
dimos en casa o lo que asimilaron en la calle?
En fin, habría que
meterse en los misterios de la vida…
No hay comentarios:
Publicar un comentario