martes, 27 de febrero de 2018

HORMONAS A CONTRACORRIENTE



HORMONAS A CONTRACORRIENTE



   Estoy harto que defiendan tanto a la mujer. Ya que considero que son superiores al hombre, al menos en cuanto suspicacia y sensibilidad. A parte de tener una picardia más que el Diablo pero con más encanto.

   Pero el “macho” es mucho “macho”, es el que canta en el gallinero y el que pelea en las riñas. Menos mal que siguen siendo heterosexuales.

El que marca la firmeza estilística del tango, es siempre el hombre, el que marca el paso.

Si fuera al revés, ¿te imaginas una mina llevando la iniciativa, haciéndole un “quiebre” al hombre para dejarlo en postura de pasivo desmayo?

   Eso de la histeria (etimológicamente, viene de histerum, que significa útero) es una neurosis (expresión de los psicólogos) que desencadena diversos trastornos de la personalidad, con crisis emocionales y resquebrajamiento cíclico del equilibrio psico-somático. Y si no, ¿cómo se explica que sean mujeres las que provocan fenómenos de histeria colectiva tirando bragas y corpiños en los aeropuertos cuando aparece el ídolo de turno (¡tan estúpidas son que pierden la cabeza por un desconocido!), creando divinidades fálicas con llantos desgarradores, lipotimias, shocks, convulsiones epileptoides y clamorosos alaridos, en ese instante en que incorporan a la sangre las sustancias de secreción interna y se transforman en "discóbolas" de bragas? No porque sí dijo “Froid” que detrás de todos nuestros actos está el sexo, y desde nuestra infancia. ¿Y el amor romántico, tan adjudicado, gratuitamente, a las mujeres? ¿Ocurre eso con los hombres respecto al sexo contrario? No. Cierto es que son peores cuando cometen actos de barbarie en los campos de fútbol, que son lesivos para la dignidad del hombre como tal; encima, borrachos y homicidas, que en eso se han convertido una gran mayoría de hinchas de fútbol. Siempre fui un convencido que son enfermos mentales. Una persona que pasa los cuarenta años, sigue siendo hincha y juega al golf  o al tenis es un pelotudo. Sólo me haría hincha de un equipo que con una jugada bonita promoviera el aplauso de la hinchada del rival.

Pero es raro que los hombres vayan a tirarle calzoncillos a una artista, cantante o modelo; sería de muy mal gusto, colectivamente. La mujer es lo anti - romántico por excelencia: es práctica, curiosa, fisgona como nadie, rodean a todo lo que hacen de una importancia inusitada, magnifican todo, así ponían la boca con rouge en las cartas cuando novias, chillan cuando uno las quiere matar, montan un ceremonial para ir a una cena cualquiera … Al casarse, si es que se casan,  ya han sabido granjearse la seguridad, porque son la máxima expresión del materialismo. Hasta aplican las matemáticas en el acto sexual: elevan el miembro a la máxima potencia, lo encierran entre paréntesis, extraen el producto reduciéndolo a su mínima expresión, y el resultado es cero. El romanticismo es una excusa para llenar dos horas de película, o un libro, con estúpidos temas, donde lo normal es el fracaso, la muerte o el adulterio.

 El amor, tema inagotable y hartante que depende de la cantidad de celos o polvos que se le echen al asunto y con grandes cargas de sufrimiento: éste es el componente que cincela el amor. He visto llorar a mares con El Doctor Zhivago (adulterio), Los puentes de Madison (adulterio), Love Story (cursinovelón con muerte incluida), Casablanca (fracaso), Lo que el viento se llevó (abandono), Duelo al sol (muerte de ambos), De aquí a la eternidad (concreta el sueño de toda casada reptando en la playa en brazos de Burt Lancaster). Todo morbo frustrante, canallada, huida, malpago, ilegalidad, transgresión al borde del abismo. Si todos esos grandes amores peliculeros hubiesen acabado en matrimonio o relación estable, no hubiesen conmovido a nadie. Cuando he preguntado a una conocida qué tal es su marido y me han contestado que es muy bueno, seguro que no lo quiere: la bondad no desata pasiones, no tiene swing. Y ésto que se les grabe:  no hay amores imposibles porque lo que es imposible es el amor, y nadie se muere de amor o hay quienes, eso sí, se mueren por falta de amor .

Mientras cuestionan el machismo en pro de una igualdad que no existió jamás, han inventado últimamente lo del maltrato del hombre, que sí existe, por cierto, como cualquier hecho de corte criminal o de mórbida conducta, ya que los matrimonios considerados normales, tanto puede ser h. de p.  la mujer o el hombre (pongo h. de p. para hacer un favor a las feministas, ya que para ustedes el mundo está lleno de h. de p. ). No hubo dicha igualdad: siempre han mandado ustedes, no sólo en el hogar sino en el mundo, porque gobiernan en la cama. Por algo hay más viudas que viudos, porque los matan a disgustos. Él, en el cielo; ella, en la gloria (los ricos como siempre, en paraísos fiscales). Los viudos de más de 70 años (estadística pura) se suicidan 6 veces más que las viudas de la misma edad.

 Todos los hijos de viudos suelen necesitar madrastras; las viudas jamás requieren el salvavidas de un segundo matrimonio, por lo tanto nunca la mujer puede ser la víctima en el juego amoroso...

La cama es proyectada y consumada como hecho erótico solo por ellas, sin olvidar que fué la mujer la que inauguró la venta de su cuerpo en lo que se conoce como la profesión más antigua; y lo que vulgarmente y ante la justicia se conoce como acoso sexual, simplemente son inocentadas lúdicas (por si acaso) del hombre rústico y primario.

Simone de Beauvoir caracterizó bien a las mujeres; habló allá por el 49 del segundo sexo y del hombre objeto. Ellas se han puesto al mismo nivel que el hombre: van a ver a tíos en pelotas sin siquiera saber deslizar una palabra agradable, en una suerte de fascismo estrogénico o fundamentalismo de bragas. 

De ahí la indignidad del hombre. Eso lo descubre tarde, porque es un imbécil. Y un imbécil tampoco puede ser romántico, aparte que el romanticismo no tiene nada que ver con el amor. Románticos eran el Quijote, Jesucristo o Juana de Arco, por ejemplo, tres locos que murieron de amor por una causa… Y aunque dicen que el amor entre dos es locura, sólo es un tira y afloja de cuerpos, o la mentira de un bolero.


      Entonces, hay un respeto en la conducta del hombre hacia la mujer (no es así en privacidad o en grupos reducidos, donde se abusa a veces del poder físico y económico). En el caso de una demostración pública de afecto o idolatría, son musas que alientan el imposible necesario. Pero las mujeres histerómanas tienen el descaro y la poca delicadeza de arrojar sobre los hombres prendas íntimas (no sé si usadas o no) degradándolos como supuestos fetichistas, ávidos de fantasías eróticas. Podrían arrojarles flores o agitar pañuelos perfumados (el fetichismo asocia la prenda u objeto inanimado, calzón o corpiño, con situaciones emocionales relacionadas con el apetito sexual). Sería largo el rosario de testimonios...


     ¡Claro! Al artista le conviene esa exaltación mística; les aúpa en su condición de ídolos, ganando en cotización (incremento de publicidad) e inflando su veleidad (que vanidad sólo la padecen los genios). Así fue con Elvis, los Beatles, jugadores de fútbol actuales, llegando ese fenómeno al pico máximo de idiotización multitudinaria con el torero Jesulín de Ubrique (que más bien debería llamarse Jesulín de Upite, por su constante alarde de follador, al igual que Julio Iglesias). Y nadie les ha prohibido pensar o jugar al ajedrez... ¿Tú conoces a alguna campeona de este deporte?, aunque algunas han sido galardonadas con el Premio Nobel como Gabriela Mistral o Madame Curie (una porque su amante le componía los versos; la otra porque limpiaba el laboratorio del marido) ¿Dónde es plaga la anorexia? Entre mujeres, claro. ¡Sólo una hembra puede llevar a cabo un chantaje anunciado en un vestido con gotas de semen (del Clinton)! Y de siete personas estreñidas, cinco son mujeres. Poseen una especial atracción hacia los seductores criminales, no les importa nada, son irracionales de alto riesgo. Prueba evidente de lo que te digo es que en algunas cárceles estadounidenses psicópatas, autores de espeluznantes crímenes en série, reciben al año 500 cártas de mujeres.

     Como ves, no estoy en "contra" de la mujer. Cualquier imbécil tiene que darse cuenta que el hombre siempre menospreció y pisoteó a la mujer, que recién ahora está ganando su espacio social y económico, a fuerza de sacrificios y estoicismo, más la lógica astucia, mucho más retorcida y compleja en la mujer para poder sobrevivir en un mundo creado por y para el hombre, con la tremenda injusticia histórica que eso comporta. Astucia que utiliza como un instrumento de protección o un mecanismo de defensa.

Las mujeres esconden cosas y el hombre va de frente, la dan las características de los órganos sexuales secundarios (las “partes”): el hombre tiene el miembro viril colgando y expuesto; la mujer posee el miembro femenil escondido (el cloritis, que diría el gordo Washington). De ahí que cada mujer puede ser una caja de sorpresa. Pierde la virginidad cuando quiere; el hombre, cuando puede. Por la misma razón, en el fútbol, el jugador que expone la pelota, la pierde, y el que la esconde, puede romper cualquier defensa.

Socialmente las mujeres siempre han estado a la defensiva. ¿Cuál es su carta favorita? El sexo, la conquista, la seducción. En eso es estúpido el hombre que se dice "conquistador": son las mujeres las que te abren todas las puertas, y te cierran con doble llave cuando se les antoja (y para siempre). Y me atrevo a pensar que es falso el tópico ése de que existen hombres "mujeriegos". Lo que sí hay son mujeres "macheriegas"; ellas abordan, invaden, doblegan, señalan territorios y tipos de sentimiento cómo y cuándo quieren. Si una mina no te llama, es porque está permanentemente pensando en uno. Al hombre, como al toro de lidia, lo ves venir, sabes a qué viene. Debe uno prepararse en tiempo y distancia para la "corrida". En cambio, la mujer no se sabe cuándo te puede meter los "cuernos", por más que la adornes a golpes de chequera y le rezes a la Virgen de la Macarena. Nadie se liga a una mujer, ellas preparan el terreno para que uno las ligue. El hombre cae en el lazo, las minas no caen nunca, para eso hay que estar de pie, y ellas moralmente se pasan la vida echadas. Somos monos con ropajes diferentes: los hombres, bárbaros cavernícolas; las hembras, histéricas y sibilinas, por eso les desconfío, normalmente no me gustan, salvo para cogerlas de vez en cuando. Como desconfío también de cosas de las que no tendría que desconfiar, por ejemplo nunca usé tarjeta para pagar y jamas saqué dinero de un cajero automático,  yo, si no le veo la cara al que me da dinero le desconfío.

Shopenhauer dijo que la mujer es un hermoso animal de cabellos largos e ideas cortas, lo que equivale a decir que la mujer es una cosa que llega hasta los hombros. Otro americano, Sandy Sadler, también filósofo, opinó que cuando la mujer quiso parecerse al hombre terminó siendo su secretaria. Para Valle Inclán, la bondad de las féminas aún es más efímera que su belleza.

      Pero ¡ojo! En la cama la mujer puede ser sujeto activo (cuando siente de verdad), y pasivo también: puede fingir que "siente" el ¡ay! del goce entregada a un orgasmo de antología, mirando el techo y pensando en si mañana usará el vestido nuevo. Mientras la cabalgan duramente, en un “brioso con tutti”, en medio de un Himno de la Alegría, ella exagera la contorsión y acelera la carrera, como desbocada; así acabará más rápido el suplicio, ya que él se excitará más, creyendo que a su mujer una emoción ciega, de indescriptible pasión, la ha mordido por dentro. Y hasta la más frígida puede fingir que está atornillando la hierba de  placer. Luego del espasmo, ya el techo tiene color de paz, de reposo, y se pueden cerrar los ojos, sin treta, simplemente para dormir. Al hombre, le delata la impotencia: no se pueden falsificar erecciones. El interiorismo de una mujer es comparable a un bar de gasolinera: está abierto las 24 horas. Es el despotismo de la coñocracia en faenas interpretativamente gozadas con infinitas gamas de interjecciones entrecortadas: “Así, así, así, papito”, “Esperá un ratito, que acabamos juntos”, “Tomá, tomá, tomátelo todo, mi amor”… Esto en medio de contracciones con temblequeo de los deditos de los pies. El clásico “polvo hablado” que le llaman, que es penoso en el recuerdo. Contradictoriamente, es en el este polvo cuando más se tendría que hablar en el sentido racional del diálogo; pero hete aquí que luego del goteo correspondiente se inicia la carrera hacia el mutismo absoluto: no se habla, sólo fuman y se visten. Santiago del Estero es la tierra de las pocas lluvias, de los muchos bombos y las muchas eses. Un día, estando encamado con una santiagueña, en vez del “¡Ay” de costumbre, me largó en el momento culminante una andanada de “¡Ays, ays, ays, ays, ays, ays…! Y otro día me tocó una mina muy peronista; ¿y qué le siento exclamar en el momento ese del cosquilleo indescriptible que parece un asalto de hormigas en los puntos más sensibles?: “¡Viva Perón! ¡Ay! ¡Viva Perón! ¡Divino, divino, qué feliz que me haces! ¡Viva Perón!”. A la mañana siguiente le pregunté si se había acostado con Perón o conmigo. Se excusó diciéndome que era una apasionada partidaria del justicialismo. Fue el primer caso de orgasmo ficción llevado a la ideología.

Siempre lo pensé y ahora sale en las estadísticas: el noventa por ciento de las minas fingen los orgasmos. Por eso me apena la situación de los casados, pobres tipos!, si supieran...

¡Que Dios nos coja confesados!